Primer domingo de Adviento: capaces de acoger a Jesús | Custodia Terrae Sanctae

Primer domingo de Adviento: capaces de acoger a Jesús

Después de 1400 años, este año la entrada solemne del Custodio de Tierra Santa en la basílica de la Natividad con motivo del primer domingo de Adviento, adquirió un nuevo significado gracias al regreso a Belén de un fragmento de la reliquia de la cuna sagrada.

Siguiendo la tradición, el sábado por la mañana los fieles de la parroquia de San Salvador y algunos representantes de la cuasi parroquia de BeitHanina fueron recibidos en el salón del diván del convento homónimo por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton. Durante la reunión tomó la palabra el hijo del último muktar (representante de los feligreses locales) para recordar a su padre y agradecer a la Custodia y a los franciscanos su cercanía a los cristianos locales.  A continuación, tomó la palabra el párroco fray AmjadSabbara, que subrayó la importancia del encuentro anual que no solo recuerda la relación filial de los parroquianos y el padre Custodio sino que “este año – dijo el párroco, refiriéndose a la reliquia – estamos felices por tener la oportunidad de empezar el Adviento con el signo del pesebre, que nos recuerda los valores de la humildad y la pobreza”.  Fray Patton agradeció a los feligreses su presencia y recordó al muktar que durante mucho tiempo les ha acompañado en todas las ocasiones, y también se refirió a la reliquia de la sagrada cuna diciendo: “la cuna nos recuerda lo que debería ser el corazón de todos los cristianos: un lugar sencillo, humilde, capaz de acoger a Jesús. Podemos encender luces, hacer y recibir regalos, pero si la cuna está vacía, nos falta lo esencial”.

Tras las felicitaciones, el Custodio y una delegación de frailes se dirigieron al monasterio ortodoxo de Mar Elias, de camino a Belén. Aquí, la comitiva fue recibida por los fieles y el párroco de Beit Jala, un suburbio de Belén situado justo detrás del puesto de control israelí.  Después de besar la reliquia, comenzó de nuevo el recorrido hacia la basílica de la Natividad, pasando cerca de la tumba de Raquel, que tan solo se abre para tres ingresos solemnes: el primer domingo de Adviento, Navidad y Epifanía.

Una vez en Belén, la delegación recorrió la Vía de la Estrella siguiendo a los scout entusiasmados y rodeada por los saludos de los niños de los colegios, reunidos para el gran acontecimiento.  La llegada a la plaza delantera de la basílica de la Natividad dio comienzo a las celebraciones religiosas, respetando el StatusQuo: el ingreso solemne, precedido por los saludos a las personalidades civiles y a los representantes de las demás confesiones presentes ante la Puerta de la Humildad, las primeras vísperas presididas por el Custodio y el oficio de las lecturas con el guardián del convento franciscano de Santa Catalina de Belén.
“Es una alegría, con motivo del comienzodel Adviento, haber podido traer a Belén un fragmento de la sagrada cuna en la que la Virgen María acostó al Niño Jesús”, afirmó el Custodio durante la homilía.  En esta ocasión, el Custodio explicó públicamente que fue el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, quien pidió al papa Francisco el regalo de la reliquia para la Navidad pero, dada la fragilidad de la misma, el Santo Padre decidió donar un fragmento.  “Después de 1400 años”, continuó el Custodio, “un fragmento regresa aquí, de donde salió”. Inmediatamente después se encendió la primera vela del Adviento con la llama procedente de las linternas de la capilla del pesebre.  Durante unos instantes se apoyó aquí la reliquia y a continuación se colocó en una urna que se guardará dentro de la iglesia de Santa Catalina. 

“La presencia de la reliquia ha enriquecido el inicio del Adviento” afirmó fray RamiAsakrieh (párroco de Belén) “para la gente de la parroquia y para el pueblo palestino. En una situación económica y política apremiante y compleja, es un signo de Dios. Me parece que Dios quiere manifestarse aún más en medio de nosotros para decirnos que no tengamos miedo y recemos. Parece que nos sugiere una sola forma de ser más fuertes que aquello a lo que nos enfrentamos: tener a Dios en el corazón”.


Giovanni Malaspina