Peregrinación a Getsemaní | Custodia Terrae Sanctae

Peregrinación a Getsemaní

Jerusalén, 30 de marzo de 2011

Son las 16:00 h. y el sol se está poniendo en Jerusalén. Es la hora de la segunda peregrinación cuaresmal, esta vez a Getsemaní. Si la semana pasada fuimos andando hasta el Dominus Flevit, este miércoles la tradición señala a Getsemaní como el lugar de la celebración.

Muchos de los turistas que entran en la basílica no saben lo que se celebra y piden explicaciones. De vez en cuando, desgraciadamente, también los guías se ven en un aprieto ante sus preguntas y es algún fraile cercano a la puerta quien, en voz baja, explica brevemente aquello que se está celebrando. También esto forma parte de la hospitalidad de los frailes de la Custodia de Tierra Santa.

Los bancos del santuario están llenos. Hay religiosos de distintas órdenes, fieles locales y peregrinos venidos expresamente para vivir la Cuaresma en Jerusalén.
Se lee el evangelio de Mateo, que narra los momentos de angustia que Jesús vivió mientras esperaba la llegada de los que vendrían a arrestarle: "Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní...". El evangelio nos introduce en aquella hora dramática y en la santidad del lugar en el que estamos celebrando.

"Jesús experimentó el miedo humano a la muerte...", dice el padre Vittorio Bosello que preside la celebración. "La multitud, que algunos días antes le había recibido con cantos ahora ha desaparecido... todos los discípulos huyeron, Pedro renegará de Él... sólo encontrará a su Madre y a Juan al pie de la Cruz".
"También los discípulos -continúa el padre Vittorio- a los que había invitado a velar con Él en este lugar, duermen. Jesús experimenta la prueba en total soledad. El único que está con Él es el Padre".

El padre Vittorio concluye su homilía con estas palabras: "Jesús nos enseña que tener miedo all dolor y a la muerte no es pecado. Estos sentimientos también los ha experimentado Él y Él mismo nos ha pedido que los evitemos. Sin embargo, nos enseña a abandonarnos en el Padre y en su voluntad".

El sol mientras tanto desciende poco a poco y los rayos de luz que penetran en la basílica crean efectos mágicos. Ni las mejores lámparas del mundo podrían crear una atmósfera igual.
Al final de la celebración, el padre Luis García, guardián del convento, invita a todos a una chocolate caliente.

Textos y fotos de Marco Gavasso