Pascua: ¡Quedan menos de veinte días! | Custodia Terrae Sanctae

Pascua: ¡Quedan menos de veinte días!

En la sacristía impera el buen humor. Los frailes se divierten, bromean acerca del color de los paramentos litúrgicos del cuarto domingo de Cuaresma: el rosa, un color que estos jóvenes están poco acostumbrados a vestir. De hecho, sólo dos veces al año la liturgia se viste de rosa: el tercer domingo de Adviento, llamado “Gaudete”, y el cuarto domingo de Cuaresma, llamado “Laetare”. Son dos domingos que se encuentran en el centro del tiempo de penitencia que prepara a la fiesta que les sigue: la Navidad o la Pascua.

El color rosa toma su significado del rojo, símbolo del amor divino, y del blanco, símbolo de la sabiduría divina. Además, nos lleva a pensar en la flor, la rosa, a propósito de la cual el Ordo Romanus afirma que “su color es agradable, su perfume reconfortante, su aspecto infunde alegría” [Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica da S. Pietro ai nostri giorni. Venecia, 1855, Gaetano Moroni, Ordo Romanus XIV 81.]. San Beda el Venerable decía que, en el siglo VII, la Tumba de Cristo estaba pintada de un color a medias entre el blanco y el rojo [“Historia eclesiástica del pueblo inglés”, V 16, San Beda el Venerable].
A veinte días para la Pascua, sólo los altares de los franciscanos están recubiertos de manteles rosas para entrar en el IV domingo de Pascua. Es una liturgia cuaresmal igual al del resto de la Iglesia universal, pero al mismo tiempo singular, en este lugar particular en el que cada día es Pascua. Los orientales lo explican bien. Ellos, sea Cuaresma o no, no dejan de cantar el Aleluya. Sus cantos se elevan unidos a los de los frailes. También este año los calendarios de católicos y ortodoxos coinciden y toda la Iglesia de Tierra Santa converge hacia el Santo Sepulcro. Las voces se mezclan, se confunden y a veces parecen rivalizar.

Turistas y peregrinos están en fiesta, en cada ángulo de la Basílica descubren una tradición distinta. Hay quien se escandaliza por la falta de unidad, otros se alegran de tal diversidad. Otros incluso lo encuentran todo un poco confuso. De cualquier forma, el Status Quo cumple su labor de “regulador”, coordinando las distintas celebraciones. Aunque la celebración del domingo por la mañana en el altar de Sta. María Magdalena, en presencia del Patriarca o de algún representante suyo, pueda dar la sensación de confusión, pues en el mismo momento los coptos celebran ante su oratorio, los armenios frente al Edículo y los siríacos en su capilla, se viven momentos de oración intensa que no hay que dejar escapar.

Así, por la noche, mientras se celebra el Oficio de lectura por los franciscanos en la capilla de la Aparición de la Virgen, los ortodoxos, griegos, rumanos y rusos manifiestan su devoción a la santa Tumba, la rodean con sus oraciones, su afecto, con multitud de secretos murmurados ante las piedras, hasta que el sacristán ortodoxo les indica con gestos que se deben retirar… Alrededor del edificio se deja un vacío y, por algunos minutos, permanece inmerso en la oscuridad y el silencio. La procesión de los latinos, a su vez, rodea el Edículo, el órgano va in crescendo haciendo resonar por doquier la alegría de la Resurrección; el Custodio sale de la Tumba exhibiendo el Evangelio… ¡Cristo ha resucitado! Los ortodoxos, que están por todas partes alrededor, no pierden un instante de esta aclamación totalmente ajena a su rito y, cuando los latinos vuelven hacia su capilla, también ellos regresan a sus devociones, mientras la campana de los armenios acompaña con su ritmo alguna incensación…

A pesar de que Jerusalén y los Santos Lugares alcanzan estos días el récord de afluencia de turistas y peregrinos y que durante el día es muy difícil recogerse, durante las noches del sábado al domingo, y en particular en el tiempo de Cuaresma, el Santo Sepulcro se convierte en una oración fervorosa y una experiencia de Pascua.

Mab