Natividad de María, la tradición franciscana en Tierra Santa

Natividad de María, la tradición franciscana en Tierra Santa

Con motivo de la fiesta litúrgica de la Natividad de la Santísima Virgen María, los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa celebraron una misa solemne en la basílica de Santa Ana en Jerusalén. Una tradición que se repite cada 8 de septiembre, sumándose al flujo de peregrinos que veneran este lugar desde el siglo V. Este año asistió a la celebración también un grupo de Cáritas de La Reunión, departamento francés en el Océano Índico, algunos procedentes de la ciudad de Sainte-Anne. Al final de la misa, antes de la bendición final, los celebrantes se dirigieron en procesión a la cripta, cantando las letanías de los santos, para venerar el lugar donde nació la Virgen.

Natividad y curación

Ya desde el siglo V los peregrinos frecuentaban este emplazamiento, señalado como el lugar donde se encontraban la piscina probática y la iglesia dedicada a “María donde nació”. La tradición que se remonta al protoevangelio de Santiago (siglo II), de hecho, mantiene que aquí, “no lejos del templo”, se encontraba la casa de los santos Joaquín y Ana, donde fue concebida y nació María. Con la dedicación de una pequeña iglesia en la casa de los dos santos, en el siglo IV se extendió poco a poco la veneración de este lugar. Este mismo lugar se menciona en el evangelio de Juan como el de la curación del paralítico, en la piscina de Betesda (Betzaetà o probática).

Tradición franciscana

La iglesia actual fue construida por los cruzados. Cuando Jerusalén cayó en manos de Saladino, la basílica fue transformada en escuela coránica. Pero incluso durante el periodo musulmán los franciscanos intentaban acceder y celebrar. Para ello, se colaban en la cripta por una ventana.  No fue hasta el siglo XV cuando un firmán (decreto del soberano otomano) concedió oficialmente permiso a la Custodia para celebrar en este lugar en dos ocasiones: el día de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre, y el de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. Una tradición que continúa aún en la actualidad.

La Custodia y Francia

La celebración fue presidida por fray Michel Muhindo, de la Custodia de Tierra Santa, en francés, para subrayar la cercanía entre Francia y la Custodia de Tierra Santa. Un vínculo establecido con el Tratado de las Capitulaciones de 1536, con el que el sultán Solimán el Magnífico confió a Francia la protección de los Santos Lugares. Desde ese momento, la Custodia y Francia siempre han colaborado en este objetivo común. Además, la basílica es propiedad de la República Francesa desde 1856: el sultán Abdul Majid se la regaló a Napoleón III por el apoyo militar prestado en la guerra de Crimea. Por eso, en la misa participa un representante de las instituciones, en este caso el cónsul adjunto Quentin Lopinot. Al final de la misa se canta un himno para pedir a Dios que salve a la República Francesa. Actualmente la basílica está encomendada al cuidado de los Misioneros de África (Padres Blancos).

¿Para qué hemos nacido?

La figura de María y todas sus fiestas están siempre ligadas a su Hijo Jesús. Así, celebrar la Natividad de la Virgen, concebida sin pecado, significa honrar su maternidad divina, a la que fue llamada desde el seno materno, y a la que respondió con su “Aquí estoy”. Celebrar la Natividad de María – dijo fray Michel en su homilía – significa “replantearse nuestra vocación. Significa preguntarse para qué hemos nacido. Cada uno de nosotros ha nacido para algo. Cada uno de nosotros tiene una tarea específica pero también una llamada universal: “asemejarse a Cristo, ser justos y entrar en su gloria eterna”.

Marinella Bandini