Montefalco: aprendiendo la simplicidad franciscana | Custodia Terrae Sanctae

Montefalco: aprendiendo la simplicidad franciscana

La primera etapa de formación de un fraile franciscano de Tierra Santa pasa por el convento de Montefalco, un pequeño pueblo italiano en la provincia de Perugia. De hecho, todos los que desean convertirse en frailes al servicio de Tierra Santa pasan un año entero en el convento que se encuentra a pocos kilómetros de Asís, antes de entrar en el noviciado que se realiza en el convento de La Verna. En Montefalco, los frailes tratan de aprender mejor el italiano y profundizan en su formación humana y franciscana. Después del año transcurrido en una de las casas de “aspirantado”, los jóvenes en formación se ven lanzados a una realidad completamente nueva.

“Las dos casas para aspirantes a frailes de la Custodia se encuentran en Belén, en territorio palestino, y en Harissa, en el Líbano.  Los frailes de Oriente Medio que no pueden ir a Belén por motivos de visado, realizan el periodo de acogida en Harissa. Aquí, en Montefalco, se reúnen por primera vez los dos grupos”. Nos explica la vida en Montefalco fray Fábio Inácio Borges, guardián del convento. “En esta etapa, nos centramos mucho sobre el aspecto de la formación humana. Para estos jóvenes que vienen de todo el mundo, vivir en la misma casa con tantas diferencias culturales, no es fácil. Traen consigo diferentes contextos, distinta educación en sus familias de origen”. Por eso, en este recorrido es importante la figura del maestro, que les acompaña en su camino formativo, y la figura del psicólogo, que viene de Roma y realiza un acompañamiento paralelo.

“Aquí somos cuatro frailes y nueve postulantes, y el único italiano es el maestro de estudiantes, fray Antonino Milazzo – continúa fray Fábio –. Yo llevo aquí un año y medio y antes estuve en Tierra Santa. Como casa de formación, la vida que llevamos no es muy diferente a la de Tierra Santa: tenemos tareas domésticas que realizar, la recolección de aceitunas, el trabajo de formación.  Nuestro convento también es un mini santuario, porque vivimos en el lugar donde vivió San Fortunato. Antes de la pandemia también venían muchos peregrinos y el domingo nuestra iglesia siempre estaba llena”.

En época de pandemia, la vida interior del convento no cambió, pero hubo algunas diferencias: “Rezábamos más durante el confinamiento. Lo que nos faltaba era el contacto con los feligreses y eso nos ha agotado, pero hemos entendido mejor nuestra vida espiritual de oración”, continúa el guardián. A pesar de las dificultades de este tiempo, sigue el servicio habitual en la capellanía de las hermanas clarisas y agustinas. Los frailes también son responsables de la iglesia de San Lorenzo, una pequeña parroquia en el campo, además del apoyo que prestan a la parroquia de San Bartolomé en el centro histórico de Montefalco.

“Para los chicos que llegan a Montefalco, todo es nuevo: un país nuevo, un idioma nuevo – explica fray Fábio –.  Aquí no estamos en los Santos Lugares, pero estamos en el corazón, en la cuna del franciscanismo, en la tierra santa franciscana. San Francisco partió de estos lugares hacia la Tierra Santa. Así, también nosotros, si no aprovechamos la espiritualidad de estos lugares, no podemos servir a la Tierra Santa”.  Por eso, durante el año los estudiantes tienen programadas varias visitas a los lugares franciscanos y lecciones de franciscanismo con expertos y profesores. Muchos de ellos conocen los lugares franciscanos por Internet, han soñado durante mucho tiempo con estar aquí, y por eso es un momento maravilloso de descubrimiento. 

“Yo me formé en Brasil y vine a prestar servicio en Tierra Sata – revela fray Fábio –. Desde que era estudiante tenía un enorme deseo de ir a misiones, pero aún no sabía dónde.  Pensaba en África, no conocía la Tierra Santa. Pero un día llegué a Tierra Santa con una peregrinación de mi parroquia de Brasil. Durante la peregrinación siempre me planteaba una pregunta: ¿por qué no aquí? Entonces, tras una profunda crisis, me permitieron ir a servir a Tierra Santa”.

El convento de Montefalco está constantemente conectado con Jerusalén y participa activamente en la vida de la Custodia a través de reuniones online con los guardianes, compartiendo oración y participando en la vida de todas las casas de Tierra Santa.

“Aquí vivimos intensamente el carisma de la vida franciscana: trabajar con nuestras propias manos, comer del fruto de nuestro sudor, llevar una vida sencilla – concluye fray Fábio –. No tenemos nada de extraordinario, únicamente una vida simple, para vivir el Evangelio. A mí me basta esta vida sencilla”.


 

Beatrice Guarrera