Misa del Jueves Santo en la Basílica del Santo Sepulcro - 2007 | Custodia Terrae Sanctae

Misa del Jueves Santo en la Basílica del Santo Sepulcro - 2007

“¿El Jueves Santo en el Santo Sepulcro, cuando las fechas de Pascua coinciden para todos los Cristianos debe ser una confusión total, no?”. “No, verás, curiosamente hay más calma en ese día, al menos en el interior”.

Para encontrar un sitio donde sentarse algunos fieles han llegado con más de una hora de antelación a la Misa de la Cena del Señor.
A su llegada, en el atrio de la Basílica de la Resurrección, han visito que se había instalado un estrado. Es el que los griegos Ortodoxos han preparado para la celebración de la divina Liturgia durante la cual Su Beatitud el Patriarca Teófilo III, lavará los pies a algunos fieles, gesto poco común en la ortodoxia, excepto en Jerusalén. Numerosos griegos están ya en sus puestos. Algunos se aprietan sobre el estrado, otros se han encaramado al armazón de la campana, otros están en el tejado del patriarcado que sobrepasa la plaza.

En medio de la muchedumbre queda abierto un camino para los demás fieles que quieren entrar. Católicos latinos la mayoría, aunque también de otras confesiones, aprovechan y, durante la misa, caminan por la Basílica y rezan aquí y allí.
Los armenios, en el mismo momento, celebran la misa pontifical en su Catedral de Santiago, mientras los coptos la celebran en su convento de San Marcos.

La Misa de los latinos está presidida por Su Beatitud el Patriarca Michel Sabbah, y se celebra en un altar instalado a la entrada de la edícola de la Santa Tumba. Le acompaña en el altar alrededor de 150 concelebrantes.
La Basílica esta extraordinariamente en silencio, casi hasta el punto de escucharles los graznidos de los pájaros que allí han encontrado refugio. Todos pueden escuchar la proclamación del Evangelio [1], y también la voz de Su Beatitud se puede oír durante la homilía, en la que nos invita a amar a aquellos a los que hemos sido enviados.

En señal de este amor, el Patriarca renueva el gesto de Cristo lavando los pies de seis frailes franciscanos y de seis seminaristas de la diócesis de Jerusalén, todos muy conmovidos, mientras la asamblea canta, con la ayuda del Coro de la Custodia de Tierra Santa que anima la celebración junto a los frailes.

Después viene, por parte de los obispos y sacerdotes presentes, la renovación de las promesas bautismales. Tras eso, llega el momento de la bendición de los santos óleos: el óleo de los enfermos, el óleo de los catecúmenos y el santo crisma. A este último el Patriarca ha añadido el perfume y, como este aceite es símbolo del Espíritu Santo, ha soplado por tres veces por encima de la ampolla.

Los fieles no pueden ver estos momentos fuertes de la liturgia, pero gracias a los frailes franciscanos, pueden seguir el desarrollo de los mismos, en seis lenguas distintas, en el libreto puesto a su disposición. La celebración prosigue con la liturgia eucarística propiamente dicha. Una ceremonia que durará en total cerca de tres horas. La de los griegos ya ha acabado, y numerosos fieles ortodoxos han entrado en la iglesia para continuar rezando. Las cosas se complican un poco después de la comunión, cuando comienza la procesión del Santísimo Sacramento en torno al Sepulcro, y más aún cuando se debe hacer el giro alrededor de la piedra de la Unción. Pero todo sale bien. Por lo demás, en este momento, las puertas de la Basílica están cerradas.

Algunos fieles deciden permanecer en la iglesia, otros se apresuran a salir antes de que las puertas de la Basílica se vuelvan a cerrar y así permanezcan la mayor parte de la tarde (ver el artículo: “Jueves Santo a puertas cerradas en el Santo Sepulcro”). Los frailes franciscanos vuelven al convento para comer, y los sacerdotes de las parroquias de la diócesis irán a la sacristía del convento de San Salvador para recoger los óleos necesarios para los bautismos de la noche de Pascua, hacia la que continua nuestro camino.

MAB