“Mártires de Damasco”, la misa de acción de gracias en Roma

“Martiri di Damasco”, la Messa di ringraziamento a Roma

El 21 de octubre, al día siguiente de la canonización de los “Mártires de Damasco”, los frailes de la Custodia de Tierra Santa celebraron una misa de acción de gracias en la basílica de San Antonio de Roma.

En comunión con el Líbano y Siria

La misa fue presidida por el patriarca latino de Jerusalén, cardenal Pierbattista Pizzaballa. Junto a él, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, y unos setenta franciscanos, obispos y sacerdotes. También numerosos fieles, sobre todo de España – país de origen de siete de los ocho mártires – pero también de Austria (patria de fray Engelbert Kolland), de Líbano y Siria, vinculaados a los santos hermanos Massabki, laicos maronitas. Idealmente, todos se unieron en oración con todos los que, en Siria y Líbano, no pudieron estar presentes en Roma, debido a las dificultades provocadas por la guerra en curso en Oriente Medio. 

El martirio, un sí a la verdadera vida

“¿Por qué los mártires ocupan un lugar tan venerado en nuestra vida espiritual y litúrgica? ¿Qué nos dicen hoy los ‘Mártires de Damasco’ y los de todos los tiempos?”, se preguntaba el patriarca Pizzaballa en su homilía. Los mártires – subrayó – nos muestran, a través de su vida, la fuerza de la fidelidad a Dios, que permanece inquebrantable incluso ante la muerte. “La fe no fue para ellos un vestido que ponerse en las ocasiones adecuadas, sino lo que sustentaba sus vidas. Habrían muerto si hubiesen renunciado a la fe, y no al contrario. Paradójicamente, al estar con Cristo incluso frente al peligro de muerte, dijeron sí a la vida, aquella que nadie nos puede arrebatar”.

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Martirio y Eucaristía

El cardenal subrayó también el particular vínculo entre martirio y Eucaristía, que en el caso de los “Mártires de Damasco” es muy fuerte. En la imagen oficial de la canonización, San Manuel Ruiz, el superior del convento de Damasco, está representado con la píxide que contiene las especies eucarísticas en las manos.  De hecho, en el momento del martirio, la noche del 9 al 10 de juio de 1860, los once buscaron fuerza en la Eucaristía. “El martirio puede también entenderse como acto eucarístico – observó el patriarca – Eucaristía y martirio no son lo mismo, pero lo que vivimos en la eucaristía encuentra su expresión en el martirio, donde la vida se ofrece como don, en unión con la muerte y la resurrección de Cristo.

Por la paz en Oriente Medio

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El patriarca dirigió un pensamiento especial a los cristianos de Siria de hoy y a “su serena perseverancia en todos estos años difíciles de guerra y pobreza. La sangre de los mártires de Damasco – dijo – fue una semilla que fortaleció vuestra comunidad cristiana, que sigue dando testimonio de vida y de fraternidad”. Luego, invitó a rezar “por nuestros hermanos libaneses que en estos días han perdido la vida bajo las bombas” y “por los hermanos y hermanas de Tierra Santa, de Gaza a Belén, hasta Nazaret”. Al final de la celebración, el Custodio dio las gracias a los presentes e invitó a la asamblea a rezar juntos la oración de intercesión de los santos Mártires de Damasco.

Francesco Pistocchini

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