Los cristianos de Siria e Irak, en el centro de la devoción a la Preciosísima Sangre de Jesús | Custodia Terrae Sanctae

Los cristianos de Siria e Irak, en el centro de la devoción a la Preciosísima Sangre de Jesús

En la liturgia romana, el mes de julio está dedicado a la Preciosísima Sangre de Jesús, una devoción poco conocida con origen flamenco y que se remonta al siglo XI. «Preciosísima Sangre», así se denomina a la Sangre de Cristo y la devoción ligada a ella rinde homenaje a sus virtudes salvadoras. Por otro lado, numerosas congregaciones siguen esta devoción, como por ejemplos las adoradoras de la Sangre de Cristo, las hijas de la Caridad de la Preciosísima Sangre, las hospitalarias, misioneras y también las agustinas de la Preciosísima sangre. Todas ellas tienen en el centro de su espiritualidad la solicitud de caminar y vivir junto a aquellos que sufren.

En Jerusalén, la fiesta de tal devoción comienza con una misa solemne en la basílica de las Naciones de Getsemaní. Presidida por el custodio de Tierra Santa, la celebración ha reunido a religiosos, religiosas y fieles venidos para ponerse bajo la protección de la Sangre de Jesús. Fray Pierbattista ha pronunciado la homilía destacando la insistencia de la Iglesia en subrayar la corporeidad de Cristo. De hecho, «¿por qué, tras haber contemplado el cuerpo del Mesías subido al cielo, Dios nos recuerda el Cuerpo (celebrado el 19 de junio), el Corazón (Sagrados Corazones de Jesús y de María) y finalmente la Sangre de Jesús?». Este ha sido el hilo conductor de la rica reflexión propuesta por el custodio de Tierra Santa.

Partiendo de la primera lectura del libro del Éxodo (12,21-27), puso el acento en la invitación de Dios a pasar de los ritos antiguos de aspersión de sangre al reconocimiento de que el Mesías, por su sangre derramada, es portador de un nuevo mensaje. Su Sangre se convierte en «signo de vida y el cristianismo en un mensaje, el mensaje de que una nueva realidad se encarna en el hombre, en todos los hombres», ha subrayado el custodio. Jesús, invitándonos a beber su Preciosísima Sangre, nos ofrece la posibilidad de beber de la fuente de la Vida, una fuente que no se seca nunca. Este mensaje, que ciertamente ha escandalizado y escandaliza todavía al pueblo judío es una parte de la cristiandad, invita al hombre a reflexionar sobre sus propias debilidades y amenazas.
A la pregunta «¿Por qué Jesús nos iba a invitar a beber su Sangre si no necesitáramos de ella?», el custodio ha respondido con la siguiente afiramción: «Dios nos da la vida independientemente de nosotros y nadie nos la puede arrebatar. Esta Preciosa Sangre nos recuerda la alianza eterna que Dios ha establecido con el hombre, que Dios ha establecido con la vida, contra toda previsión. El hombre conserva su vida si acepta dejarse salvar por la Sangre de Jesús. Dejemos que Dios transforme nuestras vidas y haga de nosotros hombres nuevos».

La oración universal ha implorado a Cristo que derrame su Preciosísima Sangre sobre todas las situaciones difíciles, para que nos llegue su cura, esperanza y paz. Una intención particular ha recordado a los cristianos de Irak y de Siria, que están viviendo en esto días una hora oscura en su historia. La oración se ha prolongado en la liturgia eucarística, celebrada con el cáliz y la patena regalados por el papa Francisco durante su reciente visita. El himno de comunión, el Pange lingua, cantado con frecuencia en Tierra Santa, ha tomado un sentido todavía más fuerte en este día:

La sangre de Cristo se convierte en bebida
y si los sentidos se oscurecen,
basta la fe para asegurar los corazones sinceros.
E.R