Los ceremonieros de la Custodia de camino hacia Belén | Custodia Terrae Sanctae

Los ceremonieros de la Custodia de camino hacia Belén

Una liturgia solemne como la de Navidad es un evento complejo con sus rúbricas, sus peculiaridades, sus momentos sagrados… y para todo ello se requieren gestos y vestiduras apropiados tanto para los celebrantes como para los acólitos. Un protocolo complicado que está bajo la responsabilidad de un fraile, el ceremoniero custodial, que desde este año es el joven argentino fray Marcelo Cichinelli.

Fray Marcelo repasa el ceremonial; él conoce el porqué y el cuándo de cada detalle del rito, los significados de la liturgia… y no le gusta que estos detalles se tomen a la ligera, como al cocinero que piensa en el éxito de su menú pero que no quiere revelar la receta. Sin embargo, nos deja participar de su experiencia cuando le decimos que queremos mostrar no tanto los aspectos técnicos, útiles para los encargados, sino la preparación inmediata para un evento tan importante y complejo. ¿Qué ha hecho fray Marcelo para prepararse?

Fray Marcelo lo ha planteado como un camino progresivo de acercamiento a las celebraciones no metafórico sino real, considerando que la mejor forma de ir del convento de San Salvador de Jerusalén, donde vive, al de Santa Catalina “ad Nativitatem” en Belén es como si fuera una peregrinación. Le acompaña el vice-ceremoniero, fray Carlos Thomas, y quien escribe estas letras. Salimos a las 15:45 del 23 de diciembre. Pasada la Puerta de Jaffa tomamos la carretera principal hacia Belén desviándonos de las calles más transitadas y metiéndonos en el barrio de Yemin Moshe.

Tras haber pasado la fuente de los leones nos metemos por Hebron Road. Nos cruzamos con personas de todo tipo, sobre todo judíos, la mayor parte indiferente a la presencia de tres religiosos con hábito marrón. Un chico, a nuestro paso, escupe en el suelo, pero no sabría decir si es por exceso de salibación o por desprecio supersticioso. Sin embargo, fray Carlos y fray Marcelo observan una escena inusual: un militar, en el autobús, a nuestro paso hace la señal de la cruz en su pecho, a escondidas.

Tras un kilómetro de caminata llegamos al lugar donde la tradición dice que María se paró para descansar, “katisma” en griego, donde posteriormente se levantó una iglesia octogonal bizantina muy visitada y referenciada por los peregrinos. Ahora sólo hay ruinas a cielo abierto, sin recinto, algún capitel, alguna columna cortada… pero el diseño y la planta de la iglesia son clarísimos, con la roca donde se sentó María en el centro.

Aquí nos detemos para tener un momento de oración y fray Carlos lee el evangelio de Lucas del nacimiento de Jesús. Presentamos al Señor nuestras intenciones. Rezamos también por todas aquellas personas, incluidas los religiosos, que viven la Navidad con tristeza porque son incapaces de percibir y vivir las señales de esperanza que el Nacimiento del Señor trae consigo. Antes de partir, fray Marcelo nos muestra cómo, removiendo ligeramente el musgo rojizo que cubre algunos lugares del sitio, aparecen rápidamente fragmentos de mosaicos. Hay también una calzada romana bastante evidente y en buen estado.
De cualquier forma, de todo esto que hemos visto no tenemos datos arqueológicos exactos, pero reflejan el estupor de su hallazgo, un encuentro entre el presente y el pasado, mientras –por así decirlo- “vamos a trabajar”. Retomamos nuestro camino. Una joven chica judía, con un paso más rápido que el nuestro, al pasar por nuestro lado nos felicita las fiestas: “¡Hag sameach!”.

Al final del camino vemos Belén y empezamos a cantar algunos villancicos. De un taxi, que se ha parado delante de nosotros, desciende un anciano señor que dice ser periodista de la CBS. Quiere, un poco al vuelo, hacernos una entrevista sobre la Navidad. Nosotros, por un lado porque vamos con retraso y por otro porque estamos un poco sorprendidos al verle con una grabadora de principios de los ochenta, invitamos al anciano señor a que nos busque por Belén, y partimos sin más. Llegamos al check-point de Belén, que pasamos velozmente.

Más allá del muro los taxistas no se creen que vayamos a hacer a pie los cuatro kilómetros (ellos dicen que son seis) que nos separan de la basílica. No saben que llevamos ocho recorridos y, cuando fray Marcelo les responde en árabe, dejan de insistir. Aparecen finalmente las primeras decoraciones navideñas tanto en las calles como en las casas y negocios. Un artesano nos invita a visitar su taller. No nos podemos parar pero aceptamos gentilmente su tarjeta.
Antes de subir por la calle de la Estrella, la antigua vía que llevaba a la basílica y que ahora recorren las delegaciones y cortejos oficiales, tres o cuatro “papanoeles” hacen publicidad de alguna cosa. El tráfico, escaso en esta calle interior, es lento porque algunos operarios están retocando los últimos detalles antes de la fiesta. Ya estamos en Manager Square, la plaza principal de Belén, que se abre ante nosotros con todo su bullicio de personas, su alegre animación y sus luces de Navidad, luces que no sabría calificar.

Esperaba encontrarme más extranjeros, aunque está previsto que sea mañana cuando mayor sea su afluencia. Un amigo nos inmortaliza a los tres en una foto ante la puerta de la Humildad de la basílica. Son las 6:20 p.m. y hemos llegado, a tiempo para celebrar las vísperas y la novena con nuestros hermanos. Hoy hemos caminado, mañana nos tocará correr.

Fra Riccardo Ceriani