
En el corazón de la Ciudad Vieja de Jerusalén, donde se entrelazan historias milenarias, el Instituto Magnificat celebra en 2025 tres décadas de actividad. Fundado en 1995 por la Custodia de Tierra Santa, este instituto musical se ha convertido en símbolo de diálogo interreligioso, excelencia educativa y compromiso cultural.

El Instituto Magnificat nació del sueño del fraile Armando Pierucci, organista oficial de la Custodia y profesor de conservatorio en Italia. Al llegar a Jerusalén, percibió la falta de espacios dedicados a la música y a la educación musical para los jóvenes de la Ciudad Vieja. Tras una peregrinación a pie desde Jerusalén hasta el santuario del Magnificat en Ain Karem, el proyecto cobró vida con la aprobación del gobierno de la Custodia.
Fue fundamental también la contribución de Hania Soudah Sabbara, primera subdirectora del Instituto, recordada con cariño como la “madre del Magnificat”. Desde entonces, la pequeña semilla plantada por el fraile Armando ha crecido hasta convertirse en la excelencia que conocemos hoy.
Desde su fundación, el Magnificat ha acogido a estudiantes y docentes musulmanes, cristianos y judíos, creando un entorno multicultural donde la música se convierte en lenguaje universal de diálogo y comprensión. Como señaló el Custodio de Tierra Santa, fraile Francesco Patton, “la armonía de la música se extiende también a la armonía de la convivencia”. Hoy, aproximadamente el 80% de los profesores son judíos israelíes, mientras que el 80% de los estudiantes son palestinos, cristianos y musulmanes.

En 2005, el Magnificat estableció una colaboración con el Conservatorio “Arrigo Pedrollo” de Vicenza, entidad formativa del Ministerio de Cultura italiano, que reconoció al Instituto como sede internacional. Esto permitió a los alumnos obtener títulos académicos europeos. Cada año, unos 200 estudiantes asisten a cursos de piano, violín, violonchelo, órgano, canto, guitarra, composición, flauta, percusión, música coral, solfeo e historia de la música.
Entre los exalumnos hay dos cantantes líricos, una cantante barroca-renacentista, dos pianistas, un guitarrista, un fagotista, un clarinetista – y muchos otros próximos a graduarse, entre ellos violonchelistas, pianistas y flautistas.

El Magnificat no es solo un centro de formación, sino también un motor de actividades culturales: conciertos, giras internacionales, concursos y colaboraciones, como la que mantiene con la Fundación Andrea Bocelli. Las actuaciones no se limitan a Jerusalén, sino que llegan a Europa y Estados Unidos, ofreciendo a los estudiantes la oportunidad de interactuar con diversos contextos musicales y culturales.
Durante las celebraciones del 30° aniversario, se organizó un concierto de gala en el teatro YMCA, con la participación de solistas, una orquesta de cuerdas formada por estudiantes avanzados, un dúo de viento y un pianista exalumno que hoy enseña en la escuela.

Como recordó el fraile Armando Pierucci en un mensaje enviado para la ocasión, “todos hemos recibido una gran bendición” al contribuir al crecimiento de esta pequeña pero significativa realidad franciscana. Y como el Magnificat cantado por María, el Señor ha hecho grandes cosas a través de esta escuela, que continúa formando no solo músicos, sino embajadores de paz.
El Instituto Magnificat de Jerusalén no es solo una escuela de música, sino un verdadero laboratorio de paz: un lugar donde la música se convierte en un puente entre personas y culturas, contribuyendo a construir una Jerusalén basada en la esperanza y la unidad.
Francesco Guaraldi

