Las escuelas de la Custodia, trabajando por la paz | Custodia Terrae Sanctae

Las escuelas de la Custodia, trabajando por la paz

En las dos escuelas de la Custodia de Tierra Santa que se encuentran en la ciudad vieja de Jerusalén, los alumnos y alumnas han tenido un encuentro muy especial este viernes, 23 de octubre.

“¡¿Sabes que no he conocido nunca árabes tan simpáticos como tú?!”. Yamil, abrazando a Moshe, le responde: “¡Y para mí esta es la primera vez que encuentro un israelí tan amable!”.

Estas palabras no han sido pronunciadas en la calle, y ni mucho menos en la realidad, sino que forman parte de un montaje teatral que los actores, todos ellos palestinos muy jóvenes (11 años), han interpretado ante sus compañeros y un público compuesto de alumnos israelíes, coetáneos suyos, llegados por la mañana de una escuela de Tel Aviv.

La escena no admite concesiones. Uno tras otro, los actores muestran hasta qué punto la sensibilidad palestina e israelí está a flor de piel, haciendo muy difícil el diálogo. No, no surge de ellos esa capacidad de descubrirse mutuamente, de escucharse, de respetarse y de apreciarse.

Desde hace ya hora y media estos chicos están experimentando. En el autobús que les traído hasta aquí los pequeños israelíes estaban todos excitadísimos. Llegados a la Puerta de Jafa, sólo quedaban pocos metros que recorrer antes de encontrarse con sus compañeros árabes, que les han invitado. Una vez en el patio, los chicos están un poco nerviosos. Ha pasado mucho tiempo desde el último encuentro, en mayo pasado, en su escuela del norte de Tel Aviv. ¿Habrán olvidado las palabras amables de las felicitaciones recibidas por el Año Nuevo hebreo?

ILos chicos árabes esconden nerviosos las flores que tienen en la mano. Siguen a su profesor que entona la canción de bienvenida: “We shall live in peace someday, O deep in my heart, I do believe that we shall live in peace someday” (“Un día viviremos en paz. En lo más hondo de mi corazón, creo que un día viviremos en paz”). Sus encuentros se desarrollan en inglés pues en la escuela de Tel Aviv no se enseña el árabe, y en la de la ciudad vieja, los cursos obligatorios de hebreo lo son en un nivel elemental. También esta diferencia se subraya en la parodia. “Tú hablas hebreo”, dice Moshe sorprendido. “Sí –le responde Yamil-, lo aprendemos en la escuela”. “¿Pero, por qué aprendéis hebreo?”. “Pues para hablar con nuestros vecinos”. Luego, a la pregunta de Yamil: “¿Y tú aprendes árabe”, le responde: “No, ¿por qué debería hacerlo?” (…)

El hecho de que los encuentros se desarrollen en inglés no facilita en intercambio entre los alumnos, pero esto forma parte del proyecto pedagógico en el que está inscrita la visita, teniendo en cuenta todas las precauciones diplomáticas para un encuentro de este género.
Por otro lado, todos los chavales presentes han elegido venir, y están de acuerdo con sus padres en participar en el proyecto. Es cierto que ningún padre, tanto de una parte como de la otra, ha dado saltos de alegría cuando se les presentó la propuesta. Los ocho genitores que han querido acompañar a los chicos, los profesores presentes, así como los tres directores, están todos convencidos de que esta es una magnífica oportunidad para los chicos.

El encuentro comienza en la escuela femenina donde, tras las ejecución de una danza tradicional palestina, los niños empiezan a desperdigarse. “¡Qué limpia, qué bonita!”. Cuando se reúnen para tomar un refresco, las lenguas se empiezan a soltar. Los padres, profesores y directores responden a las preguntas de los medios de comunicación presentes.

El proyecto nació el año 2000 por el deseo de una madre de familia israelí, Yisca, de ver crecer a sus hijos en el conocimiento y el respeto a los palestinos. Yisca se puso en contacto con sor Frida, la directora de la escuela femenina, y así empezó el hermanamiento entre ellas. Los acontecimientos políticos (la segunda intifada), obligaron a suspenderlo, reanudándose después poco a poco con un simple intercambio de postales. Hoy, en 2009, Yisca está si cabe todavía más convencida de la necesidad de construir puentes entre los dos mundo, y es cada vez más consciente de los obstáculos que se encuentran en el camino. El día en que sor Frida le dijo que esto no era más que “una gota en el océano”, Yisca estuvo a punto de abandonar, pero fue sor Frida quien le devolvió los ánimos, añadiendo: “pero el océano se hace con gotas de agua”. Para Yisca, es la ignorancia recíproca la que levanta las barreras de la incomprensión, “pero estos chicos son el futuro”.

En el breve tramo de calle que va de la escuela femenina, en la Puerta de Jafa, a la masculina, cerca de la Puerta Nueva, los niños, cristianos, musulmanes y judíos, caminan uno junto al otro. Después de esta representación teatral de acogida, realizada por fray Simon ofm en el teatro de la escuela del convento de San Salvador, los chavales se dividen en grupos y se empiezan a hacerse preguntas: “¿Cuántos hermanos y hermanas tienes? ¿Cuál es tu color preferido? ¿Cuántos idiomas hablas?. ¿Qué es lo que más triste te pone?, ¿y lo que te alegra más? ¿Cuál es tu pasatiempo preferido? ¿Quién es tu mejor amigo? ¿Cuál es tu canción favorita?…

Con gran sorpresa los chicos israelíes descubren que sus coetáneos palestinos tienen las canciones hebreas de más éxito grabadas en sus teléfonos móviles, ¡y que se las saben de memoria! Cantan juntos, se escuchan y ven cómo cantan lo mismo con el mismo entusiasmo. El hielo se derrite.

Las relaciones son bastantes distendidas, siendo notorio que, en el momento de la visita al museo de la escuela sobre la fauna y la flora del país, las explicaciones, en árabe o en hebreo, hablan del mismo país pero sin darle el mismo nombre. Pero los chicos se maravillan igual ante las mismas cosas. Tienen 11 años y sus visitas, sus historias nacionales y su futuro están indisolublemente ligados.

También entre ellos se sienten ligados unos a otros, de tal forma que, cuando llega el momento de separarse, se dicen, y sus profesores se lo prometen, que es sólo un hasta luego. A los chicos les encantaría volverse a encontrar para desarrollar cualquier actividad deportiva y las chicas piensan en un pic-nic. Chicos y adultos sueñan con un próximo encuentro que pueda reunir de nuevo a los niños y también a los padres…

Ninguno presume de tener la receta de la paz, pero todos aspiran por lo menos a poner las bases sobre las que se debe recorrer el camino juntos: el respeto y el diálogo.

Mab