La vocación se alimenta con la obediencia de la fe: Santa Misa de apertura del XIII Consejo Internacional de Estudios y Formación OFM | Custodia Terrae Sanctae

La vocación se alimenta con la obediencia de la fe: Santa Misa de apertura del XIII Consejo Internacional de Estudios y Formación OFM

Iglesia de San Salvador, Jerusalén. 10 de octubre de 2011

Esta mañana se ha celebrado en la iglesia parroquial de San Salvador la santa misa de apertura del XIII Consejo Internacional de Estudios y Formación OFM cuyos trabajos se desarrollarán en Jerusalén, del 9 al 16 de octubre, con la Custodia de Tierra Santa como anfitriona y que tiene como lema Dame a conocer, Señor, tus caminos; enséñame tus senderos (Sal 24,4). La vocación franciscana entre la perseverancia y la pertenencia. La celebración ha estado presidida por el padre Custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, y ha contado con la participación de 14 Secretarios delegados de las Conferencias de la Orden, además de fray Vidal Rodríguez López, Secretario general para los Estudios y la Formación, y de fray Sergiusz Baldyga, Vicesecretario general para los Estudios y la Formación. Estos dos últimos frailes han concelebrado en la santa misa de apertura de los trabajos. En el ámbito de la Custodia de Tierra Santa, el Secretario delegado es fray Noel Muscat, también él invitado a tomar parte activa en este Consejo Internacional.

La ceremonia ha comenzado con el canto del Veni, creator Spiritus y la liturgia ha proporcionado para la reflexión el texto inicial de la Carta de san Pablo a los Romanos (Rm 1,1-7). Partiendo del mensaje contenido en estas lecturas, el Custodio ha reflexionado en su homilía sobre el significado y el valor de la universalidad de la salvación, poniendo de manifiesto la relación entre este don abierto a todos y la vocación a la «obediencia de la fe» (Rm 1,5), a la que todos estamos llamados. La experiencia de san Pablo es emblemática en este sentido. Antes de su conversión a Cristo, él conocía la salvación solo por su pertenencia al Pueblo de Dios, al pueblo elegido; tras su encuentro con Cristo, Pablo comprende que la salvación está abierta a todos los pueblos porque Jesús ha muerto por todos, y por ello puede decir a los romanos, a estos hermanos paganos-creyentes-en-Jesús, que ellos están entre la gente que ha sido redimida (Rm 1,6). De esta forma, pasa de una mentalidad excluyente a una mentalidad inclusiva. Sobre este valor se fundamenta su misión como apóstol de los gentiles, llamado por gracia y don a anunciar el Evangelio (Rm 1,1) y a obtener la obediencia de la fe de parte de todos los pueblos. San Pablo imita de esta forma el modelo ofrecido por Jesús que, encontrándose y sanando a los excluidos, los marginados de la vida social y cultural, causa una auténtica revolución, lleva a cabo una extraordinaria acción de readmisión de todos los hombres en el seno de la familia humana y de la familia de los salvados. Y esta obra excepcional continúa incluso en la cruz, cuando Jesús promete al buen ladrón la admisión en su reino (Lc 23,39-43); aquí, las puertas de la salvación se han abierto definitivamente.

La misión de los formadores –prosigue el padre Pizzaballa- es, sobre todo, la de hacer descubrir al prójimo su condición de salvado y de repetirle: «Entre los salvados también estás tú». Aquí comienza la historia de toda vocación que, como en la experiencia de san Pablo, de la llamada a la salvación pasa a través de la lucha interior con el hombre viejo (Rm 7), hasta llegar finalmente, gracias a la acción del Espíritu de Dios, a la entrega completa de sí, a la plenitud de la vida nueva, al culto espiritual (Rm 12). El objetivo al que debe conducir la auténtica formación es, precisamente, a la obediencia de la fe, es decir, a la aceptación del plan de salvación que el Señor ha preparado para cada uno, un plan que, sin dicha obediencia, resulta vano e inútil. Sin embargo, la meta es poder llegar a decir, como Jesús, «Tu fe te ha salvado». La fe es, por tanto, el paso necesario para entrar en la salvación, para permitir que la salvación se cumpla en la vida de todos y cada uno.

Por último, las palabras de Jesús nos invitan a ser conscientes de que los extraños, la multitud de personas que son también destinatarias del anuncio, entre los salvados incluso, se convertirán en nuestros jueces, medirán la autenticidad de nuestra fe y nos estimularán a creer siempre mejor, siempre más profundamente. Por eso, también los formadores, que viven en estrecho contacto con los jóvenes y trabajan para abrirles el futuro, que anuncian a los jóvenes la salvación y les ayudan a recorrer el camino de la vocación, deben dejarse interpelar y juzgar en la obediencia de la fe por parte de aquellos a los que se anuncia la salvación y la vocación. Deben medirse siempre en el camino de la purificación personal propuesto por la Carta de San Pablo a los Romanos, dejando que la obediencia de la fe sea, siempre y cada vez, más «inclusiva», o sea, capaz de abrazar realmente toda la existencia.

Nuestros mejores deseos para que los trabajos del Consejo Internacional de Estudios y Formación supongan un nuevo ímpetu y unas nuevas motivaciones precisamente por esa relación esencial e imprescindible con Jerusalén y la Tierra Santa. Aquí, en los lugares donde Jesús mismo vivió y enseñó y que aún hoy nos hablan de Él, cada proyecto formativo encuentra su centro y su sentido. Aquí adquiere rostro aquel modelo de Camino, Verdad y Vida que es la inspiración de toda vocación, el apoyo de la fe, la razón de toda fidelidad, es decir, de la opción por permanecer en el amor de Dios, en la perfección de su Caridad, que asume en sí todo lo que es esencial.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marie-Armelle Beaulieu