La humanidad de un Dios que se hace pobre y frágil: santa misa de Navidad en la iglesia parroquial de San Salvador | Custodia Terrae Sanctae

La humanidad de un Dios que se hace pobre y frágil: santa misa de Navidad en la iglesia parroquial de San Salvador

Iglesia parroquial de San Salvador, Jerusalén. 25 de diciembre de 2011

Esta mañana, en la iglesia parroquial de San Salvador, se ha celebrado la santa misa del día de Navidad presidida por fray Noel Muscat, discreto de Tierra Santa, y concelebrada por fray Artemio Vítores, vicario custodial, entre otros. En el evento han participado varios miembros de la comunidad franciscana de Jerusalén, pequeños grupos de religiosas pertenecientes a distintas congregaciones presentes en Tierra Santa, amigos y colaboradores de la Custodia y algunos cristianos locales de lengua árabe.

En la homilía, fray Noel ha puesto el acento sobre la paradoja existente entre la misteriosa elección de un Dios «que se vuelve frágil, pobre y tierno como un niño recién nacido que no puede vivir sin la leche materna y la ternura de un abrazo» y la dificultad y resistencia que muchas veces mostramos para acoger a este Dios porque, con frecuencia, «queremos ser acogidos por los fuertes, grandes y potentes, no por los pobres que viven en la calle» y nos sentimos atemorizados ante la inseguridad «de un Dios que se encarna, de una Palabra que resuena en el silencio de la noche oscura de la fe en busca de la luz y del sentido». Precisamente, como se lee en el Prólogo del Evangelio de san Juan: «La luz brilla en las tinieblas, / pero las tinieblas no la acogieron. […] Vino a los suyos, / y los suyos no la recibieron» (Jn 1,5.11). Y este es precisamente el camino que, en la Navidad, Dios elige para convertirse en hombre, para «hacerse uno de nosotros». Y a través de este gesto divino de inmensa ternura, la humanidad de cada hombre con sus pobrezas, miserias y su fragilidad, es acogida y sublimada por Dios en la eterna gracia de su vida perfecta.

Así pues, cada hombre debe ser mirado y comprendido en su semejanza al Verbo encarnado, como «huella del Infinito» -como enseña Emmanuel Levinas-, un canal a través del cual Dios se dirige al encuentro y llama a cada uno a la responsabilidad para con sus hermanos. En particular, el rostro del prójimo en su expresividad, en su desnudez, en su esencia, se muestra como «idea del Infinito en nosotros». Escribe Levinas: «Poner lo trascendente como extranjero y pobre significa impedir a la relación metafísica con Dios actuar en la ignorancia de los hombres y de las cosas. La dimensión de lo divino se abre a partir del rostro humano. Una relación con el Trascendente […] es una relación social. Sólo aquí el Trascendente, infinitamente Otro, nos insta y nos apela. La proximidad de los demás, la proximidad del prójimo, es en su esencia un momento inexorable de la revelación, de una presencia absoluta (es decir, libre de cualquier otra relación) que se manifiesta. Su misma epifanía consiste en la manifestación a nosotros a través de su miseria en el rostro del Extranjero, de la viuda y del huérfano». Es aquí donde la Navidad muestra la plenitud de su valor reclamando el sentido y el deseo de la relación con Dios en su esencia, que al mismo tiempo hace aflorar la esencia en las relaciones sociales e ilumina la aspiración humana a vivir-bien.

Al finalizar la celebración los participantes se han intercambiado entre sí sus mejores deseos y felicitaciones por la Navidad y muchos de ellos han decidido permanecer por un breve momento ante el bello nacimiento que cada año se monta, de forma muy original, al fondo de la nave de la izquierda de la iglesia, a poca distancia de la puerta de entrada.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marco Gavasso