«La gloria del Señor brilla sobre ti»: fiesta de la Epifanía en Belén | Custodia Terrae Sanctae

«La gloria del Señor brilla sobre ti»: fiesta de la Epifanía en Belén

Basílica de la Natividad, Belén. 5-6 de enero de 2012

Las celebraciones de la Epifanía que se desarrollan en la Tierra Santa comienzan ya en la jornada del 5 de enero y son especialmente intensas y sugerentes. También este año, seguido por la caravana de automóviles procedentes de Jerusalén a los que se han unido posteriormente los llegados de Belén y Bait Sahur, el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, ha atravesado el muro que separa Israel de los Territorios Palestinos de Cisjordania en las cercanías del enclave israelí de la Tumba de Raquel y ha realizado el ingreso solemne a última hora de la mañana del día 5 de enero.

Acompañado por las autoridades civiles locales y la alegre banda de música de los grupos de scouts palestinos, rodeado por el afecto de la gente, el custodio ha llegado a la Plaza del Pesebre y, recibiendo los saludos de los religiosos griegos ortodoxos y armenios que le esperaban junto a la Basílica de la Natividad, ha atravesado la Puerta de la Humildad que introduce en el interior de la iglesia. Acogido por el guardián de la Basílica de la Natividad, fray Stephane Milovitch, los cantores franciscanos guiados por fray Armando Pierucci, director del Instituto Magníficat –la escuela de música de la Custodia en Jerusalén- y por toda la comunidad franciscana, fray Pierbattista ha cumplido con el rito de la vestición y, en la iglesia de Santa Catalina, llena de religiosos y religiosas de las numerosas congregaciones presentes en Tierra Santa, peregrinos y cristianos locales, ha presidido por la tarde las primeras Vísperas solemnes, concelebradas por fray Artemio Vítores, vicario custodial, y por fray Noel Muscat, discreto de Tierra Santa. En este momento se ha realizado la primera procesión a la Gruta de la Natividad con la incensación del Pesebre.
Más tarde, fray Stephane Milovitch ha presidido el Oficio de lecturas y a su lado, durante la celebración litúrgica, ha estado fray Silvio de la Fuente, secretario custodial. Con una segunda procesión a la Gruta de la Natividad, la comunidad franciscana ha vuelto a rendir honores al lugar del nacimiento del Niño Jesús.
Más tarde, a medianoche, ha sido de nuevo fray Pierbattista quien ha presidido la santa misa en la Gruta de la Natividad, en el pequeño altar de la Gruta de los Magos, junto al pesebre, que se encuentra a la derecha, a poca distancia de la estrella de plata, y que pertenece a los franciscanos, los cuales pueden celebrar aquí sus funciones. Ha sido una ceremonia íntima y recogida en la que han querido participar pequeños grupos de religiosas, amigos y colaboradores de las Custodia franciscana y algún cristiano local, encontrando sitio en el interior de la Gruta y disponiéndose alrededor e incluso en las escaleras que conducen a la parte superior de la basílica. Fray Pierbattista ha inaugurado de este modo el ciclo de santas misas que se han ido celebrando en la Gruta hasta el alba.

En la mañana del 6 de enero, en la iglesia franciscana de Santa Catalina, la santa misa solemne ha estado presidida por S. E. el cardenal Giovanni Coppa, nuncio apostólico emérito en la República Checa, que hace 32 años, precisamente en el día de la Epifanía, fue ordenado obispo por el papa Juan Pablo II. Junto al cardenal Coppa, como concelebrantes, estaban el obispo emérito de la diócesis de Vigevano, S. E. Mons. Claudio Baggini, el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, y el vicario custodial, fray Artemio Vítores. Otros muchos sacerdotes han querido unirse a la ceremonia encontrando puesto a los lados del altar mayor. La liturgia ha estado animada con elegancia por los coros Magníficat y Yasmín de la Custodia, dirigidos por Hania Soudah Sabbara y acompañados al órgano por fray Armando Pierucci. Estaban también presentes en la celebración, en una iglesia otra vez llena de gente, los cónsules generales de las cuatro naciones latinas –Italia, Francia, España y Bélgica. La homilía la ha pronunciado, en árabe, el párroco de Belén, fray Marwan Di'des, el cual ha llamado la atención sobre el papel fundamental de la libertad personal en el reconocimiento de Jesús como Cristo, Hijos de Dios y Salvador, en el momento de su plena manifestación ante el mundo. Al mismo tiempo, en el exterior de la basílica, los religiosos griegos ortodoxos preparaban el ingreso solemne de su Patriarca con ocasión del inicio de las celebraciones de la Navidad ortodoxa, llamando la atención general de la ciudad y de los numerosos peregrinos congregados.

A lo largo de toda la jornada, en el interior de la basílica y especialmente en la Gruta de la Natividad, se han ido sucediendo los oficios litúrgicos, acompañados de cantos y procesiones de las distintas confesiones cristianas que, en este día tan especial, se han congregado, una junto a otro, para exaltar al único Señor. Por la tarde, el custodio, acompañado por fray Artemio Vítores, ha presidido nuevamente las Vísperas solemnes al término de las cuales se ha desarrollado la procesión final a la Gruta de la Natividad durante la cual la comunidad franciscana ha repetido el gesto de los Reyes Magos, llegados de tierras lejanas para adorar al Niño, presentando a Jesús –depositado en el pesebre- los dones que estos exóticos soberanos habían portado con ellos durante el viaje: oro, incienso y mirra. Dones presentados a un nuevo rey cuyo nacimiento había sido largamente esperado y que fue anunciado por extraordinarios signos en el cielo. Tras haber incensado el pesebre y el altar de la Gruta de los Magos y haber rendido homenaje a la Estrella de plata que indica el lugar preciso del nacimiento del Señor, fray Pierbattista ha tomado entre sus manos, envueltas en solemnes paramentos litúrgicos, la imagen del Niño Jesús, Príncipe de la Paz, sentado sobre un trono real y, rodeado por toda la comunidad franciscana, por muchos religiosos y religiosas y por la asamblea congregada en este día de fiesta, ha atravesado el hermoso claustro de la basílica mientras los fieles le esperaban para manifestar su devoción al Hijo de Dios manifestado al mundo; después, ha entrado en la iglesia de Santa Catalina, donde aún mucha gente estaba esperándole. Aquí, ante el altar mayor, la real imagen del Niño Jesús ha sido ofrecida a la adoración de los fieles, empezando por las autoridades religiosas y terminando en la gente más simple, congregado en este día festivo para manifestar en este Santo Lugar su propio afecto y fe ante este Rey Niño que, entrando en el mundo en humildad absoluta, ha cambiado para siempre la historia del hombre.

Dice el profeta Isaías: «¡Levántate (Jerusalén), resplandece, que llega tu luz; la gloria del Señor brilla sobre ti!» (Is 60,1). En la Epifanía, explica fray Pierbattista, «Dios se manifiesta a toda la humanidad; su presencia en el mundo se hace realmente universal, se dirige a todo ser humano y pide a cada uno abrirse y acoger esta universal manifestación divina, este don concreto de salvación». Así, en la Epifanía de su Hijo hecho hombre, Dios nos llama a todos, reconcilia en sí a todos los hombres. Escribe el papa Benedicto XVI: «Para la liturgia, el camino de los Magos de Oriente es solo el comienzo de una gran procesión que continúa en la historia. Con estos hombres comienza la peregrinación de la humanidad hacia Jesucristo, hacia ese Dios que nació en un pesebre, que murió en la cruz y que, resucitado, está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20) [...] Vienen grandes y pequeños, reyes y siervos, hombres de todas las culturas y pueblos. Los hombres de Oriente son los primeros, a través de los siglos los seguirán muchos más. Después de la gran visión de Isaías, la lectura de la carta a los Efesios expresa lo mismo con sobriedad y sencillez: que también los gentiles son coherederos (cf. Ef 3,6).» Una herencia de la que nosotros, reunidos aquí en Belén en el día de la Epifanía del Señor Jesús, somos partícipes.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Giovanni Zennaro e Alice Caputo