La fiesta de santa Isabel de Hungría con los voluntarios de la Custodia en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

La fiesta de santa Isabel de Hungría con los voluntarios de la Custodia en Jerusalén

“Joven, esposa, madre, viuda consagrada al Señor en tan solo 24 años”. Con estas palabras el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, describía la figura de santa Isabel de Hungría, durante la pequeña fiesta celebrada en Jerusalén el pasado 17 de noviembre. En la capilla de la casa María Niña, cercana al convento de San Salvador, se reunieron numerosos voluntarios de la Custodia, frailes y habitantes de la ciudad vieja, junto a las hermanas franciscanas hijas de santa Isabel de Hungría, que dirigen la institución. En la misa celebrada por el Custodio participaron también el secretario de Tierra Santa, fray David Grenier, y el responsable de las escuelas de Tierra Santa, fray Ibrahim Faltas.

La joven santa Isabel (1207-1231), hija del rey de Hungría Andrés II el Jerosolimitano (que había dirigido la Quinta Cruzada), vivió tan intensamente la fe en Dios, según el espíritu de San Francisco, que dedicó su vida al cuidado de los enfermos y los pobres. Un espíritu de caridad apoyado y compartido con su marido Luis IV, muerto en Otranto antes de embarcarse para la Sexta Cruzada.
Isabel, tras perder a su marido, siguió al pie de la letra el mensaje evangélico “las viudas deben haber criado bien a sus hijos, […] asistido a los atribulados y procurado hacer todo tipo de buenas obras” (1 Tim, 5), como dijo fray Patton en la homilía. Por eso, la joven princesa se convirtió de inmediato en patrona de la Tercera Orden franciscana y es famosa en toda Europa como protectora de los enfermeros y de las sociedades caritativas. Este espíritu de amor y servicio hacia los demás unió a todos los que participaron en la celebración eucarística en la pequeña capilla de la casa María Niña. Al finalizar la misa, sor Mariangela, madre superiora de las hermanas franciscanas, tomó la palabra para dar las gracias e invitar a continuar la celebración con un pequeño refrigerio.

«Ha sido un momento de alegría y estamos felices de haberlo vivido en familia con los frailes, los cristianos del barrio y los peregrinos», afirmaba sor Mariangela, madre superiora de la comunidad compuesta por cuatro religiosas. En la casa María Niña las hermanas franciscanas acogen a los peregrinos que llegan de todo el mundo a Jerusalén. Entre los asistentes a la fiesta de santa Isabel se encontraban también los muchos jóvenes voluntarios que, con el mismo espíritu de santa Isabel, a través de las obras de los frailes franciscanos, ayudan cada día con su servicio a la comunidad cristiana de Tierra Santa.

Corrado Scardigno - ATS Pro Terra Sancta