La fiesta de la Asunción en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

La fiesta de la Asunción en Jerusalén

“Hoy nuestra oración quiere ser como la de los apóstoles, testigos en este sagrado Monte de los Olivos de la Ascensión del Señor Jesucristo y en este valle del Cedrón del paso de la Beata Virgen María, en cuerpo y alma, a la vida de la nueva creación”.  Así comenzó la víspera de la fiesta de la Asunción en Jerusalén, animada por los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. Con la vigilia en el huerto de Getsemaní el 14 de agosto se conmemoró la “dormitio” o “tránsito” de la Virgen María, es decir, el momento de su muerte terrenal, aunque el lugar concreto donde se recuerda el “tránsito” de la santísima Virgen María se encuentra en el monte Sion donde está situado el santuario de la “DormitioMariae”.

“María cierra los ojos y muere en un contexto humano y divino al mismo tiempo; un entorno familiar, sereno, bello, consolador; un contexto de fe en el que se supera incluso el miedo a la muerte – dijo el Custodio en su homilía –. En estaforma de morir hay una gran dignidad y está el sentido cristiano de la muerte. Una dignidad que no siempre experimentamos en nuestros días, que se ha perdido durante la pandemia y que es absolutamente necesario recuperar si queremos recuperar el valor humano del último acto de la vida que es morir. (…) Que la celebración del tránsito de la Virgen María nos ayude a redescubrir el valor y la dignidad de nuestra muerte de un modo humano y cristiano, como hijos de Dios, que lo son porque creen en el Hijo de María”.  Después, una estatua de la Virgen María dormida se llevó en procesión a la luz de las velas hasta la basílica de la Agonía en Getsemaní.

En la misma iglesia, la mañana de la fiesta de la Asunción, fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, presidió la misa solemne en presencia de los frailes de la fraternidad y algunos otros fieles. “En el centro de la celebración de hoy está elprodigio que Dios obró en el alma y el cuerpo de María – afirmó fray Patton en la homilía –. El misterio que celebramos es, de hecho, la asunción al cielo de María en cuerpo y alma, no solo la entrada de su alma en el Paraíso”. Después, el Custodio recordó brevemente la historia de la fiesta: nació en Jerusalén donde en el siglo II se escribió el relato de su Dormición o Tránsito. En el siglo VI se empezó a celebrar la solemnidad en Jerusalén, que se extendió entre Oriente y Occidente con el papa Sergio (un papa de origen sirio del siglo VII).  Más tarde, fue el papa Pío XII quien proclamó en 1950 el dogma de la Asunción de María al cielo en cuerpo y alma.

“María es verdaderamente para nosotros un signo de esperanza y consuelo – afirmó fray Patton –: nos muestra que, si seguimos a Cristo en la Tierra, también le seguiremos en el cielo; si lo acogemos en esta vida, será él quien nos acoja en la otra, no como almas con un cuerpo mutilado, sino como personas que participan plenamente y completos en la vida de Dios”. Mientras se cantaban las Letanías Lauretanas, se llevóuna estatua de la Virgen María en procesión al jardín de Getsemaní.

La tarde del 15 de agosto, los franciscanos dirigieron la oración de Vísperas en la gruta del huerto de Getsemaní y después entraron en procesión en la tumba de María, recibidos por representantes de la comunidad greco-ortodoxa y armenia. Es la única vez al año que los franciscanos pueden hacerlo de forma oficial en ese lugar, según el Status Quo. Cantando a la Virgen, los asistentes se arrodillaron uno a uno delante de la madre de Jesús.  El Custodio concluyó: “En una época como la que estamos viviendo, golpeados diariamente por las garras de la muerte, agarrémonos también nosotros al cordón que María dio a Tomás y dirijamos nuestra mirada a la tumba vacía, para tener la certeza de que Jesús venció a la muerte no solo por sí mismo, no solo por su Madre, sino también por cada uno de nosotros”.

 

 

Beatrice Guarrera