La exaltación de la Santa Cruz bajo una nueva luz | Custodia Terrae Sanctae

La exaltación de la Santa Cruz bajo una nueva luz

Domingo, 14 de septiembre. La fiesta del día, la exaltación de la Santa Cruz, celebrada sobre el altar del Calvario en el Santo Sepulcro, ha brillado este año con una luz nueva. La liturgia, presidida por fray Artemio Vítores, vicario custodial, ha seguido la liturgia tradicional. Y es en sentido literal como se debe entender la expresión “luz nueva”.

Como guardianes de los Santos Lugares, los franciscanos tienen una triple misión: la oración, la animación espiritual y el mantenimiento. Esta protección del patrimonio es la que ha movido a los franciscanos este año a iniciar labores de restauración en la capilla del Calvario.

El Santo Sepulcro se puede comparar a un edificio, con espacios comunes y otros privados. El Status Quo se podría considerar como la normativa que lo rige. Si todos los trabajos, la colocación de los distintos objetos, e incluso los momentos de limpieza en los lugares comunes –y, por supuesto su uso-, están rígidamente regulados, los lugares privados, su uso y mantenimiento, se dejan a la discreción de sus propietarios.

“Las labores realizadas en la capilla del Calvario en lo que se refiere a la iluminación”, explica Giuseppe Belluci, director de la empresa de la familia Bellucci Echi e Luci de Martina Franca (Italia), “han sido dirigidos por Michele Piccirillo ofm, de la Comisión custodial de arte sacro, que se había percatado que el mosaico se estaba deteriorando por varios sitios bajo el efecto del calor emitido por las dos lámparas. Éste ha sido el motivo principal de los trabajos. Toda la iluminación se ha revisado. Hemos instalado lámparas del tipo LED (lámparas de diodos electroluminiscentes) que, además de la peculiaridad de su bajo consumo, tienen la ventaja de no desprender calor. Toda la instalación de la iluminación, además, se ha pensado para realzar la arquitectura misma del lugar”. Y es verdad que la capilla del Calvario, enteramente iluminada, presenta un nuevo aspecto. Los mosaicos que adornan las bóvedas reciben ahora una luz difusa de modo uniforme, resultando así totalmente visibles, como nunca antes. Se aprecia en Giuseppe la satisfacción profesional del artesano que ha hecho un buen trabajo pero, si habla con tanta emoción es también porque, los caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, de esta forma, han podido discretamente aportar su grano de arena al edificio.

Con esta nueva iluminación ha comenzado la celebración, delante de una asamblea numerosa y recogida en oración. En su homilía, fray Artemio Vítores ha recordado los orígenes de la fiesta. Efectivamente, el 14 de septiembre del año 335 tuvo lugar la dedicación de la basílica constantiniana de la Resurrección. Un fiesta que, en la Iglesia primitiva todavía impregnada de las tradiciones hebreas, se inscribía en el ámbito espiritual de la fiesta de Sukhot (“Fiesta de las Cabañas”, o de los Tabernáculos, llamada a menudo “Fiesta de las tiendas”). Pero fray Artemio ha querido centrar su reflexión sobre la locura de la Cruz, trono de Jesús Nazareno rey de los judíos. “La cruz parece ser un total absurdo, un suicidio de la razón”, según expresión del filósofo Nietzsche. Y es, sin embargo, esta Cruz la que exaltamos porque es el fundamento de nuestra fe. “Jesús reina mediante la cruz. Cristo ha sido crucificado por tu salvación, por la mía”. Y es esta salvación obtenida no con la espada sino con el leño de la cruz, la que la asamblea ha celebrado hoy. Por lo tanto, en la adoración de la Cruz con que ha concluido la celebración, no había veneración del dolor sino el reconocimiento de la salvación que ha obtenido para todo el género humano. Esto es lo que permite a los cristianos cantar: “Oh cruz, nuestra única esperanza”.

MAB