La Custodia entrega 68 apartamentos a los cristianos locales | Custodia Terrae Sanctae

La Custodia entrega 68 apartamentos a los cristianos locales

“En la alegría del nacimiento no olvidamos los dolores del parto”. El Custodio de Tierra Santa ha pronunciado estas palabras durante el discurso que ha pronunciado con motivo del acto de entrega de las llaves de los nuevos apartamentos a 68 familias cristianas de rito latino de Jerusalén.

Con la esperanza de conseguir algún día una de estas casas, estas familias hace años que presentaron todos los papeles de la solicitud. Norma esperaba desde hacía 27 años poder alojarse en una casa de la Custodia; Samir, desde el día de su matrimonio, hace 14 años; Hanan, desde hace 6.

La mayor parte de las familias recibieron la noticia la tarde anterior, incluso por la noche. “A las doce y media de la noche la oficina administrativa nos llamó. Debíamos presentarnos los dos en la Custodia para firmar el contrato. ¡De la alegría no hemos dormido nada esta noche!”. Todas las historias son semejantes, todas las caras dejan ver el cansancio, pero están radiantes de felicidad. El padre Custodio estuvo hasta las 3 de la madrugada recibiendo a las familias; el padre Ibrahim, hasta las cinco, ocupándose de las cuestiones burocráticas. “Ha sido una noche magnífica”, ha dicho el Custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, también él visiblemente feliz por la noticia, aunque sin olvidar al resto de candidatos que no han podido acceder a las viviendas.

Había alrededor de 700 familias que soñaban con estos 68 apartamentos de Betfagé. Sólo para 68 de ellas el sueño se ha convertido en realidad. El resto vive con desilusión el hecho de no haber sido agraciadas. Éste ha sido el motivo por el que la noticia se ha difundido en el último momento y durante la noche, para evitar incidentes. “Hemos intentado ser justos en la distribución, pero sabemos que hay gente que quedará descontenta. Este proyecto inmobiliario no es el primero ni será el último de la Custodia. Además, seguimos restaurando casas en la Ciudad Vieja”, explica el Custodio. “Estas casas son el fruto de la generosidad de los cristianos de todo el mundo”, ha proseguido el padre Ibrahim Faltas, nuevo ecónomo de la Custodia. “Ha costado varios millones de dólares y comenzó hace ya 20 años”.

Efectivamente, se han necesitado 15 años para obtener el permiso para construir de las autoridades israelíes. Luego, cuando empezaron los trabajos, comenzó la segunda Intifada y esto ha ralentizado, o mejor dicho, ha interrumpido temporalmente el ritmo de la construcción cuyo arquitecto es un franciscano de la Custodia, el padre Alberto Prodomo. Cuando finalmente las casas estaban casi terminadas, una conflicto de tipo técnico con el ayuntamiento de Jerusalén ha bloqueado no sólo el abastecimiento de agua al complejo residencial San Francisco sino también la conexión del suministro por parte de la compañía eléctrica. Esto ha costado otros tres años de burocracia administrativa.

Cuatro custodios, otros tantos ecónomos… El padre Dobromir, anterior ecónomo que ha estado “luchando” con las autoridades para obtener estos preciados permisos, también está hoy aquí. Él fue quien se encargó, en junio pasado, de cerrar todos los acuerdos con el ayuntamiento.

Algunos discursos oficiales, todos ellos breves pues, aunque todos esperan el recibimiento por parte del Nuncio apostólico y el Discretorio de la Custodia, el punto central de interés está en la consigna de las llaves. No es la consigna de esas llaves gigantes que se entregan simbólicamente a los nuevos inquilinos sino las llaves auténticas, las llaves de estas casas que van a recibir sin haberlas visto antes, ni siquiera sobre el plano.

Una veintena de pequeños edificios de tres plantas con apartamentos que van de las 3 a las 6 habitaciones cada uno y que acogerán a una comunidad cristiana compuesta de familias de todas las edades, incluso ancianos. Este amplio elenco de edades de los nuevos inquilinos del complejo residencial refleja la vida real misma.
Gladys habla por el micrófono temblando. Son muchos años los que ha pasado toda su familia haciendo sacrificios para poder llegar a pagar el alquiler, desorbitante para ellos –aunque normal en Jerusalén, incluso bajo- de 800 dólares al mes. “Desde ahora en adelante pagaremos un cuarto de esa suma y podremos empezar a hacer proyectos para nosotros y nuestros hijos”.

De hecho, el objetivo de esta acción de la Custodia no persigue el lucro sino simplemente poner en práctica la misión que la historia le ha confiado, además de las circunstancias específicas del país. “Se trata de una de nuestras misiones más difíciles de explicar a los países occidentales. La Iglesia de Tierra Santa tiene también un papel social. Israel ayuda a los judíos, los musulmanes a los musulmanes y los cristianos a los cristianos. Y la Iglesia pone atención especial a los más pobres. Es por ello que construir edificios o facilitar el alojamiento a los cristianos locales es una actividad normal para la Iglesia de Tierra Santa, y para la Custodia en particular. Es una obra que venimos realizando desde hace 400 años y es muy importante, sobre todo para aquellos que no tienen los medios para poder conseguir una vivienda por sus propios medios. La tierra aquí, y sobre todo en Jerusalén, tiene un valor también político que hace que su precio aumente y los cristianos hoy no pueden afrontar esta inflación. Por eso, disponer de un espacio propio, de una casa propia es un estímulo para enraizarse y quedarse a vivir en esta tierra”.

“En Jerusalén hay una tremenda carestía de viviendas, por los menos a precios asequibles. La mayor parte de las viviendas de este tipo suponen un alquiler de unos mil dólares, mientras que aquí el alquiler será mucho más moderado –continúa el padre Ibrahim-. No obstante no nos olvidamos de aquellos a los que no hemos podido contentar esta vez y que se han quedado mal, o incluso enfadados. Tenemos más proyectos. La Custodia tiene ya 500 casas en la Ciudad Vieja y más de 200 fuera de los muros. Pretendemos frenar realmente la emigración cristiana poniendo a disposición estas casas, pero no es posible satisfacer a todos al mismo tiempo”.

Norma está feliz. A su edad tiene dificultades para caminar y en la Ciudad Vieja esto representa un grave obstáculo. Pero hay una cosa de la Ciudad Vieja que va a echar de menos: el Santo Sepulcro. “Intentaré, no obstante, ir al menos dos veces por semana”. Para los niños de Hanan sin embargo, no es fácil dejar el barrio de su infancia y a sus compañeros. Raymond y su mujer celebrarán aquí su quinto aniversario matrimonial, con sus dos hijos, y no pueden esconder esa gran sonrisa que se dibuja en sus caras.

En fin, llega el momento de entrar a ver la casa. Las familias no pueden dar crédito a lo que ven, ni siquiera se imaginan dentro de ellas. La alegría, junto al cansancio, les deja sin palabras. “No sé exactamente cuándo nos trasladaremos –dice Samir todavía incrédulo-, pero lo antes posible”. Los nuevos y felices inquilinos, ¿dormirán esta noche algo más que la anterior? Quien sabe. ¡La emoción está en lo alto, en las estrellas, y el sueño apenas ha comenzado!

Mab