Desde hace años, la situación de Siria aparece en todos los medios de comunicación internacionales como una situación dramática, golpeada primero por una guerra civil que duró 14 años, después destruida por un violento terremoto y con un territorio dividido entre muchas facciones en guerra entre sí.
Lo ocurrido en los últimos días, de forma tan imprevista y repentina, llevó a un grupo de milicianos de Hayan Tahrir Al-Sahm, que ocupaba la parte noroccidental del país, a conquistar en pocos días las principales ciudades del país y la capital, marcando el fin del gobierno del presidente Bashar al-Assad y su recurso al asilo político en el extranjero.
Las comunidades franciscanas presentes en Siria han asistido a las tragedias que han afectado al país en los últimos años, muchos cristianos se han quedado, pero muchos más se han ido y han llegado con mayor o menor fortuna a los países vecinos, a Europa o a América.
Las comunidades franciscanas que se ocupan de ellos han permanecido en los lugares donde la tradición franciscana es hoy un signo consolidado y han apoyado la vida de esas comunidades y prestado ayuda humanitaria a todos los que la pedían.
Los frailes no han abandonado sus comunidades y quieren seguir dando testimonio, en estos lugares que fueron la cuna de las primeras comunidades cristianas, del espíritu misionero que animó a Francisco de Asís.
El testimonio de fe de los mártires de Damasco, canonizados recientemente, anima a los frailes a ser una presencia no solo simbólica, sino también activa y solidaria con todos, promotora de diálogo, fraternidad, justicia y paz.
Por ello, esperamos que el proceso de democratización que parece impulsar a las fuerzas que han tomado el poder en Siria, se inspire en los principios de la hospitalidad, la tolerancia y el multiculturalismo, de los que Oriente Medio siempre ha sido cuna.
Las comunidades cristianas y las fraternidades franciscanas sabrán aportar su contribución al renacimiento democrático del país y a su reconstrucción.