La Custodia celebra la Asunción de la Santísima Virgen María en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

La Custodia celebra la Asunción de la Santísima Virgen María en Jerusalén

“La Escritura ha observado un silencio total sobre el final de María a causa de la grandeza del prodigio, para no confundir el espíritu de los hombres”. Así se expresa san Epifanio en su Panarion (78.10-11.23).
Pero si la Escritura se muestra silenciosa, la Tradición, en lo que a ella atañe, ha sido abundante y, algunas veces, contradictoria. Incluso hoy a algunos peregrinos de Jerusalén les cuesta distinguir el lugar de la Dormición en el Monte Sión y el de la Tumba de la Santísima Virgen en Getsemaní, en el valle del Cedrón, por no hablar de la tradición que sitúa a estos acontecimientos en los alrededores de Éfeso…

El Transitus Virginis (el tránsito de la Santísima Virgen) o Dormitio Mariae (Dormición de María), que el padre Bagatti hace remontar –al menos en algunos de sus pasajes- al siglo II, describe los últimos instantes de la vida terrena de María. Según este texto, la Virgen María se habría dormido en el Señor en el Monte Sión, rodeada de los apóstoles. Entonces el Espíritu Santo ordenó a Pedro: “Coged a la Señora María, salid de Jerusalén en dirección al inicio del valle (de Josafat), más allá del Monte de los Olivos. Allí hay tres grutas: una grande al exterior, después otra y, en el interior, una pequeña habitación con un banco elevado. Allí es donde debéis depositarla”. De esta forma se conectan los dos santuarios que conmemoran los últimos instantes de la Virgen María.

Este día, 15 de agosto, ambos acogen numerosos peregrinos, pero es en Getsemaní donde los franciscanos celebran la fiesta. Comenzó por la mañana, en la Basílica de las Naciones, con una misa solemne presidida por el Custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, acompañado por una veintena de sacerdotes.

Fray Frédéric Manns, en su homilía, nos ha hecho compartir la alegría de la Santísima Virgen en el día de su Asunción y cada uno podía imaginarse presente en torno a Ella con los apóstoles y admirar nuevamente su fe indefectible, la frescura de su gracia y su jovial humildad. Con los apóstoles, la asamblea ha conocido la gloria que el Señor le había reservado. El padre Manns ha citado numerosas fuentes apócrifas, explicándolas a la luz de la tradición hebrea.

“Entonces María, abriendo la boca, bendijo con estas palabras: Te bendigo porque has cumplido lo que habías prometido y porque no has entristecido mi espíritu… con lo que me ha acaecido según tu palabra. ¿Quién soy yo, pobre, para ser juzgada digna de tal gloria? Tras haber dicho esto, cumpletó su paso por la vida, la cara sonriente hacia el Señor”. “El Señor, habiéndola besado, cogió su alma y la colocó entre las manos de Miguel envolviéndola entre pieles de las que, en verdad, no se puede describir la gloria. En cuanto a nosotros los apóstoles, hemos visto el alma de María colocada entre las manos de Miguel en una forma humana tan perfecta, excepto en la forma de hombre o mujer. No tenía nada más que el parecido de todo el cuerpo y una luminosidad siete veces mayor”.

Poniendo de relieve este beso de Dios, el padre Manns ha evocado el parecido entre el final de la Santísima Virgen María y el de Myriam, la hermana de Moisés y de Aarón. Según la tradición hebrea, de hecho, Aarón y Myriam no han conocido la corrupción de la tumba. Los tres guías del Éxodo murieron “al pi Adonai”, es decir, a una orden de la boca de Dios. La expresión se interpreta de la siguiente manera: murieron abrazados por Dios, en un beso de Dios. María, la nueva Myriam, tiene este mismo privilegio”.

Por la tarde, una asamblea aún mayor se ha reunido para celebrar las vísperas en la gruta de los Apóstoles, seguidas de la procesión hasta la tumba.

La Tumba de la Virgen, hoy custodiada por los ortodoxos, griegos y armenios, constituye, con Belén, el Santo Sepulcro y la Ascensión, el cuarto Lugar Santo bajo el Status Quo y, gracias a este título, los franciscanos continúan acercándose hasta ella solemnemente en procesión.

Los himnos y las oraciones a la Santísima Virgen se han sucedido mientras todos los fieles, siguiendo a los franciscanos, entraban uno tras otro para venerar el lugar de la sepultura de la Santísima Virgen María: un simple lecho de piedra desnuda, igual de desnuda y vacía que la Tumba de Cristo

Tras haber velado durante tres días a su Madre María, los apóstoles vieron a los arcángeles Miguel y Gabriel y a millares de ángeles llevar su cuerpo por encima de las nubes. Y el Señor, prosigue la tradición, “envió a los apóstoles a sus países para proclamar la conversión y la salvación de los hombres”.

Este 15 de agosto, de nuevo, la asamblea se dispersa, cada uno a su país, con la tarea de anunciar las maravillas de Dios.

MAB