La cosecha de aceitunas en el huerto de Getsemaní, lugar amado por Jesús | Custodia Terrae Sanctae

La cosecha de aceitunas en el huerto de Getsemaní, lugar amado por Jesús

El comienzo del otoño en Jerusalén marca el momento de la recogida de la aceituna en el huerto de Getsemaní, en las laderas del monte de los Olivos. La recolección anual de los frutos tiene lugar en el área sagrada adyacente al santuario, pero también en la del eremitorio de Getsemaní, situada sobre el convento, y que acoge a las personas que quieren pasar un tiempo de retiro espiritual. Para los muchos voluntarios que participan, la cosecha constituye una oportunidad única de pasar una jornada en contacto con la naturaleza y con un lugar querido por Jesús. De hecho, antes de ser interrogado, azotado y condenado a muerte, Jesús se retiró a ese lugar para rezar intensamente al Padre y se postró entre los olivos. Getsemaní (Gat Shemanim, "almazara") era un lugar donde se producía aceite, como confirma el reciente descubrimiento de un baño ritual de la época de Jesús.  Las leyes hebreas de purificación obligaban a los trabajadores implicados en la producción de aceite y vino a realizar baños purificadores antes de emprender la actividad.  

Hoy, como hace dos mil años, quedan muchos olivos plantados en el área de Getsemaní, alrededor de la que se ha llamado basílica de la Agonía o iglesia de las naciones. La vocación del lugar para atraer gente de todas las naciones está atestiguada también por el propio nombre y continúa siendo siempre actual.

“El primer día de cosecha tuvimos una treintena de personas de unos quince países distintos – explica fray Diego Dalla Gassa, responsable del eremitorio de Getsemaní –. El tema con el que abrimos la jornada fue: construir nuevos puentes y buscar las cosas que unen”. Recoger las aceitunas en un lugar querido por el Señor y ver la presencia de personas de diferentes nacionalidades, según fray Diego, es muy importante. “Hemos encontrado algo que nos une, un motivo que nos ha traído aquí y nos ha permitido reunirnos en el huerto de Getsemaní – continuó –. En un país donde existen fuertes diferencias y rivalidades, creo que es algo precioso percibir la invitación a descubrir la belleza de las cosas que nos unen. Había gente de otras confesiones cristianas y personas no creyentes, y nos reencontramos juntos. Para ellos se convirtió en un día en contacto con la naturaleza, para nosotros fue un momento importante, de familia.

Fray Diego conoce bien todos los olivos del huerto de Getsemaní, ya que presta servicio allí desde hace más de diez años. “Los expertos dicen que la cosecha varía de un año a otro, alternándose entre años buenos y menos buenos. Este año los árboles han producido menos, pero el suyo es siempre un fruto bendito, aunque las aceitunas sean pequeñas”. La causa se podría atribuir también a las escasas lluvias que han caracterizado este año y que han hecho que a los olivos les faltara el agua necesaria para poder desarrollar frutos con cuerpo.

Una vez recogidas las olivas del eremitorio, es posible producir de inmediato el aceite, gracias a la pequeña almazara que se encuentra en el huerto. “No queremos comercializar lo sagrado, por eso donamos el aceite producido a otros conventos franciscanos”, afirma fray Diego.

En cambio, los árboles del jardín sagrado contiguo a la iglesia de Getsemaní son administrados por fray Jad Sara. Allí se aplica un método distinto de triturar las aceitunas, ya que en primer lugar se extrae el hueso con el que después se fabrican rosarios. El aceite, por otro lado, se conserva en pequeños frascos y se usa para los sacramentos.

“Desde 2018 vengo cada año con mi familia a recoger las aceitunas aquí en Getsemaní” explica Zuzanna, una voluntaria de la República Checa. Any, que procede de EEUU, ha participado por primera vez solo este año: “Es maravilloso para mí estar aquí hoy y realizar este gesto tan sencillo, pero tan importante, como recoger la aceituna, igual que en tiempos de Jesús”.

 

Beatrice Guarrera