La celebración del Bautismo de Jesús en el Jordán: “Todos somos hijos del mismo Padre”

La celebración del Bautismo de Jesús en el Jordán: “Todos somos hijos del mismo Padre”

El Custodio de Tierra Santa reabre la puerta del río después de 57 años

Con la solemnidad del Bautismo del Señor, celebrada el domingo 7 de enero a orillas del río Jordán, concluyeron las fiestas navideñas.

Una vez terminadas ayer las celebraciones de la Epifanía en Belén, la comunidad franciscana se reunió, con otros religiosos y algunos grupos parroquiales, cerca del lugar conocido con el nombre árabe de “Qasr al-Yahud”, es decir, “roca de los judíos”, probablemente en recuerdo del paso de los israelitas por el río al llegar a la tierra prometida (Jos 3,14-17). Este, en la orilla oeste del río Jordán, es el lugar donde Jesús se sumergió en el agua para recibir el bautismo de manos del Bautista, antes de someterse a la prueba de las tentaciones y luego comenzar su misión de predicar el reino de Dios.

La procesión y la celebración eucarística

El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, acompañado por el vicario fray Ibrahim Faltas y el párroco de la comunidad de Jericó, fray Mario Maria Hadchiti, partieron inicialmente en procesión junto con los frailes hacia el santuario franciscano del bautismo de Jesús, donde se encuentra la iglesia dedicada a San Juan Bautista, para la celebración de la santa misa.

En la celebración eucarística, solemnemente presidida por el Custodio de Tierra Santa, estuvieron presentes también el cónsul italiano Domenico Bellato, los cónsules generales adjuntos de España, Luis Pertusa, y de Francia, Quentin Lopinôt y el responsable de asuntos políticos de Bélgica, Ingmar Samyn, con otros representantes civiles y militares.

Todos somos hijos del mismo Padre

 

En su homilía, el Custodio de Tierra Santa invitó a los fieles a descubrir el paralelismo entre el bautismo de Jesús y su muerte. «En el bautismo se rasgan los cielos y se abre el espacio divino, en la muerte se rasgará el velo del templo (Mc 15,38) y se abrirá en Jesús crucificado una nueva posibilidad de encontrar a Dios – explicó el Custodio –. En el bautismo aquí, en el Jordán, Dios mismo fue quien dio testimonio: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11), bajo la cruz, en el Gólgota, en Jerusalén, será un centurión pagano quien reconozca: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,38)».

En las palabras de fray Patton también se escuchó la invitación a reflexionar, gracias al don del Espíritu, sobre la vocación cristiana, «que consiste en haberse convertido en hijos de Dios gracias a la fe, y a haber aceptado el mandamiento del amor: “todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos”».

Una oración y una invocación por la paz en Tierra Santa finalizaron la homilía del Custodio: «Que aquí, en el Jordán, donde el Hijo de Dios nos reveló que también todos nosotros somos hijos del mismo Padre, pueda mostrarse la fuerza del Espíritu que transforma a pueblos diferentes y hostiles entre sí en pueblos hermanos que pertenecen a la misma familia de los hijos de Dios, a la misma fraternidad humana».

Durante la celebración, conmoción y emoción acompañaron el momento en que el pequeño Nicolás Giovanni, de la parroquia de Jerusalén, fue bautizado por el Custodio de Tierra Santa con agua del Jordán, con la que después fue asperjada toda la asamblea reunida.

Después de 57 años, solemne apertura de la puerta de acceso al río

Al final de la misa, después de 57 años, se procedió a la bendición y la apertura de la puerta que permite el acceso directo al río Jordán, a través de un terreno recientemente recuperado: «Este es un momento muy importante porque recuerdo que hace pocos años este campo estaba lleno de minas – destacó fray Patton».

En 1967 la guerra entre Israel y Jordania afectó muy de cerca a la zona, hasta el punto de ser transformada en un campo de minas, y los franciscanos se vieron obligados a huir a toda prisa.

«El lugar – continuó el Custodio – no se reabrió para las celebraciones hasta enero de 2021, pero todavía quedaba este tramo minado que nos impedía caminar directamente desde el santuario al río: ahora que se ha limpiado hasta último trozo, podemos decir que toda esta superficie se ha transformado de un campo de batalla a un campo de paz. Esto significa que también es posible superar el lenguaje de la guerra y el lenguaje de las armas y transformar también los campos de batalla en campos de convivencia fraterna».

A través de esta puerta, finalmente abierta, todos los frailes salieron en procesión hasta las orillas del río, antes de regresar a Jerusalén.

Silvia Giuliano