La aurora de una nueva evangelización: fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe | Custodia Terrae Sanctae

La aurora de una nueva evangelización: fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe

Iglesia parroquial de San Salvador, Jerusalén. 12 de diciembre de 2011

En la tarde del lunes 12 de diciembre, se ha celebrado en la iglesia parroquial de San Salvador de Jerusalén la santa misa solemne en lengua española con ocasión de la fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, patrona y reina de México, de las Américas y de las islas Filipinas. Para esta ocasión especial, congregados delante del altar y del icono de la Virgen -espléndidamente adornados con rosas sobre tela azul celeste con pequeñas estrellas-, se han reunido muchos religiosos y religiosas de distintas congregaciones, muchos de ellos de origen hispanoamericano, además de numerosos miembros de las comunidades cristianas latinoamericana y filipina presentes en Israel, junto a los cristianos locales de lengua árabe, amigos y colaboradores de la Custodia franciscana de Tierra Santa. La celebración ha estado presidida por el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, y con él han concelebrado el vicario custodial, fray Artemio Vítores, y el actual vicario del Patriarcado latino para Chipre, fray Evencio Herrera Díaz. A los lados del altar se han situado los muchos religiosos y sacerdotes que han querido rendir homenaje a la Virgen de Guadalupe en el día de su fiesta, entre ellos muchos frailes franciscanos de la Custodia y el padre Guy Tardivy o.p., actual prior de la comunidad dominica de la Ecole Biblique et Archeologique Francaise de Jerusalén.

En su homilía, fray Evencio ha descrito brevemente la historia de las apariciones de la Virgen a san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un azteco convertido al Cristianismo al que la Virgen se le apareció en numerosas ocasiones, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, sobre la colina del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México. Juan Diego, un indio pobre y privado de instrucción, una persona simple pero de límpida fe cristiana al que María pidió que construyera un santuario en su honor a los pies de la colina de la aparición, sufrió mucho para conquistar la confianza y la comprensión del obispo, al que contó los encuentros milagrosos. Pero la Virgen ofreció a Juan Diego un signo para que mostrara como prueba de la verdad de sus palabras: unas hermosas flores de Castilla, florecidas fuera de tiempo en el desolado pedregal de la colina. Cuando, ante el obispo, Juan Diego abrió su manto ({tilmátli}) para mostrar las flores recogidas, inmediatamente sobre la tilma, ante la mirada de los presentes, se imprimió la imagen de la Virgen María. En el lugar de las apariciones se erigió rápidamente una capilla que, en 1557, fue sustituida por una capilla mayor y, a continuación, por un auténtico santuario, consagrado en 1622. Finalmente, en 1976, se inauguró la actual Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. En el santuario se conserva el manto de Juan Diego sobre el que aparece la imagen de María, que presenta los rasgos de una joven india. Por el color oscuro de su piel, fue rápidamente llamada por los fieles {Virgen morenita}. «La Virgen de Guadalupe –continúa fray Evencio- representa el rostro de Dios que se muestra al pueblo mexicano, con la piel de color oscuro, como la de los pueblos indígenas de América con los que los españoles establecieron contacto a su llegada; incluso con rasgos morenos, auspiciando y vaticinando el encuentro y la integración entre indígenas y españoles». La Virgen de Guadalupe es la aurora de una nueva evangelización, es la anticipadora de una nueva y original inculturación de la fe cristiana que desembocará en la peculiaridad y en la creación de un continte entero. Escribe el papa Juan Pablo II: «En la imperante cultura azteca penetra, diez años más tarde de la conquista, el hecho evangelizador de María de Guadalupe, entendida como el nuevo sol, creador de armonía entre los elementos en lucha y que abre otra era. Esa presencia evangelizadora, con la imagen mestiza de María que une en sí dos razas, constituye un hito histórico de creatividad connatural de una nueva cultura cristiana en un País y, paralelamente, en un continente. Por eso podrá decir justamente la Conferencia de Puebla que: “El Evangelio encarnado en nuestros pueblos los congrega en una originalidad histórica cultural que llamamos América Latina. Esa identidad se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe que se yergue al inicio de la Evangelización” (Puebla 446) […] Y efectivamente, la cohesión en torno a los valores esenciales de la cultura de la nación mexicana se realiza alrededor de un valor fundamental, que para el mexicano –así como para el latinoamericano– ha sido Cristo, traído de modo apreciable por María de Guadalupe. Por eso Ella, con obvia referencia a su Hijo, ha sido el centro de la religiosidad popular del mexicano y de su cultura, y ha estado presente en los momentos decisivos de su vida individual y colectiva».

El proyecto de Dios, por tanto, se realiza a través de caminos inesperados, llamando a colaborar al humilde indio, del que el Señor conoce la fe, la bondad de ánimo y la sensibilidad del corazón. Juan Diego se convertirá de esta forma en el mensajero de la Virgen de Guadalupe, en el intermediario entre el pueblo de Dios y la Virgen; catequista y misionero, porque Dios llama a todos a la santidad. Así, la Virgen morena, mientras se conmemora en distintos lugares de Hispanoamérica el bicentenario de su independencia, es símbolo todavía hoy de la «vocación a la esperanza» e invita a todos los que a Ella se confían a promover y tutelar la vida humana en todas sus fases, desde la concepción hasta su término, la dimensión sacramental de la familia y su misión educativa y la paz universal.

Al finalizar la santa misa, todos los presentes han participado en la procesión con el icono de la Virgen de Guadalupe desde la iglesia de San Salvador hasta los locales de la Curia custodial, pasando a través del patio. Finalmente, en la Curia, tras la bendición solemne, se ha podido disfrutar de un agradable momento fraterno durante el que ha sido posible probar algunos de los platos típicos de la cocina mexicana.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marco Gavasso