Jueves Santo a puertas cerradas en el Santo Sepulcro | Custodia Terrae Sanctae

Jueves Santo a puertas cerradas en el Santo Sepulcro

Los peregrinos son numerosos este año en Jerusalén porque todos los cristianos celebran juntos la Pascua, y ninguna guerra, ningún atentado ha venido a turbar las últimas semanas. La mayor parte de ellos vienen a los Santos Lugares de la ciudad, sea para participar en las diversas liturgias, sea para visitarlas y rezar.

Para todos, aunque la visita sea rápida, es una gracia poder entrar en la Basílica de la Resurrección en estos días. Algunas veces es también desconcertante. Aquí, la sacralidad no siempre se manifiesta en el silencio, a menos que los peregrinos no puedan encontrar dentro de ellos mismos este silencio.

Pero la cosa más desconcertante para los peregrinos y visitantes del Jueves Santo, a partir del mediodía, es encontrar las puertas cerradas. Y siempre es así el Jueves Santo. Después de la misa pontifical de los Latinos, las puertas se cierran, y no se abren, casi furtivamente, en cuatro ocasiones más durante la jornada. Hacia las 14:45, hacia las 17:00, de nuevo a las 20:00, y por fin a las 21:00. En cambio, permanecerán cerradas por todo el resto de la jornada.
Cada apertura da lugar a confusión entre aquéllos que quieren entrar y salir por el único batiente semiabierto. La policía israelí intenta poner un poco de orden y, sobre todo, de advertir a los peregrinos que no se abrirá por ningún motivo fuera del horario previsto.

Hoy, los peregrinos pueden entrar libremente en la Basílica, pero no siempre ha sido así.
Como se puede ver, hay sólo una puerta de acceso [1], mientras que la Basílica de los cruzados contaba con doce. Y esta puerta ha estado cerrada desde 1187 hasta 1832.

Para hacerla abrir, los cristianos debían pagar. El precio variaba según la época. Los franciscanos, que tenía ya un convento en la Basílica, se beneficiaban de una reducción, es decir, no pagaban nada cuando iban acompañando a los peregrinos. Los Turcos les hacían incluso jurar que no les acompañaban peregrinos disfrazados de frailes. Como los frailes no vivían sino de la caridad de los peregrinos, en su ausencia, permanecían encerrados dentro de la Basílica (y con las otras confesiones, que navegaban en la misma barca), no teniendo medios con qué pagar. Esto podía durar desde unos meses hasta algunos años [2].

En el año 1217, el papa Honorio III amenazó con la excomunión a los peregrinos que hubiesen aceptado pagar la entrada al Santo Sepulcro. La tasa sin embargo no fue abolida y los cristianos, transcurrido un poco de tiempo, afrontaron la amenaza, o tal vez la olvidaron. Pagar no bastaba para abrir la puerta; era necesario también respetar el horario. No se podía entrar sino después de las 15:00, y no se podía salir sino al día siguiente a las 9:00 de la mañana. Por consiguiente, se pasaba la noche encerrado en la Basílica, acogidos por los franciscanos que allí vivían. Los horarios se suavizaron sólo hacia el siglo XVII, gracias a sobornos suplementarios.

Los peregrinos estaban resignados; resignados y, algunas veces, amargados. No sólo era la segunda que se les exigía una tasa –la primera era por tener el derecho de entrar en la ciudad- sino sobretodo porque sucedía que, después de haber pagado, las puertas seguían cerradas, porque la familia musulmana encargada de llevar a cabo este servicio, lo hacía a desgana. Sólo dos veces al año la entrada era gratuita: del Viernes Santo al Lunes de Pascua y la vigilia de la fiesta de la Invención de la Santa Cruz.

La tasa de los peregrinos se abolió por Ibrahim Pachá el año 1832, aunque incluso en nuestros días, las comunidades cristianas que viven en el Santo Sepulcro, pagan a la familia musulmana que, cada tarde y cada mañana, abre las puertas. Estas comunidades deben pagar igualmente con ocasión de las distintas aperturas o cierres, sean “simples” o “solemnes”, según las fiestas o conmemoraciones.
Es desagradable cuando se encuentran las puertas cerradas el Jueves Santo (y buena parte del Viernes Santo). Todo el resto del año, ¡es una gracia encontrarlas abiertas!

En este contexto histórico se inscribe la ceremonia de la consigna de la llave de la Basílica al Vicario Custodial el Jueves Santo. En efecto, se concedió a los franciscanos el privilegio de “entrar en posesión de la llave” para la primera apertura de la tarde.
Los custodios musulmanes de las llaves se acercan en delegación al convento de San Salvador para consignar la llave al Vicario Custodial. Éste, después de haberles acogido con el tradicional café, desciende al Santo Sepulcro, acompañado de algunos frailes y llevando solemnemente la llave. Delante de la puerta de la Basílica, la vuelve a recoger un musulmán que la tiene en custodia, para proceder a la apertura. El padre Artemio Vítores, Vicario Custodial, ha cumplido su encargo este año. El clima era distendido, y al mismo tiempo alegro y conmovedor. Alegre porque ninguno ignora que éste es uno de los momentos más caricaturizado del status quo; conmovedor porque la llave es ancestral y abre, en el modo más arcaico posible, la Basílica más importante de la cristiandad.

MAB e AV

[1] Las puertas eran dobles hasta 1187, en que Saladino la hizo emparedar declarando que dos puertas eran demasiadas para el escaso número de cristianos que habitaban en la ciudad.
[2] La pequeña ventana practicada en la puerta era el único medio de contacto con el exterior. Por allí pasaban los aprovisionamientos de comida.