Jueves Santo en Jerusalén: La jornada infinita | Custodia Terrae Sanctae

Jueves Santo en Jerusalén: La jornada infinita

La jornada del Jueves Santo es quizá la más densa del triduo pascual e incluso la que hace vivir a los fieles los sentimientos más variados.
Se empieza en el Santo Sepulcro, a las 8 de la mañana. Acompañando al Patriarca, Monseñor Fouad Twal había alrededor de 150 sacerdotes, que han participado en la bendición de los santos óleos y que han renovado junto a él sus promesas sacerdotales. La liturgia se desarrolla en todo su esplendor durante esta celebración, que dura cuatro horas y que concluye con una procesión solemne al término de la cual el Santísimo es depositado en el repositorio instalado sobre la piedra misma del Sepulcro.

Apenas concluye la celebración, las puertas de la basílica se cierran, debiendo permanecer en el interior algunos fieles, e incluso algunos turistas que no han escuchado el aviso. Se reabrirán sólo, durante unos pocos minutos, hacia las 15 horas, cuando el Vicario custodial traerá las llaves del edificio, según la disposición del Status Quo que indica que en este día, durante una hora, la llave sea consignada a los franciscanos (ver: Jueves Santo con las puertas cerradas en el Santo Sepulcro, en la sección “Para saber más”, a la derecha).

Cuando las puertas se abran de nuevo será para hacer entrar a los fieles que quieran sumarse a la adoración eucarística animada por los franciscanos, frente a la tumba, que se convierte así en Tabernáculo de la Presencia viva.

Durante este tiempo, otros frailes franciscanos acompañados de una gran muchedumbre se acercan a rezar al Cenáculo. Un Cenáculo que este año se resiente de las labores de restauración y pintura, realizadas bajo el patrocinio del Ministerio de Turismo y del Interior, con ocasión de la venida de Benedicto XVI.

En el Cenáculo sucede durante la liturgia, a la tradicional peregrinación de los frailes se añade el lavatorio de pies a 12 chicos de la parroquia, realizado por el Custodio de Tierra Santa. Un gesto que el Custodio ha vuelto a hacer después frente a la asamblea parroquial reunida en San Salvador.

Por la tarde, todas las realidades eclesiales de Tierra Santa se han reunido para una vigilia de oración en la Basílica de las Naciones, en Getsemaní, junto al huerto de los olivos.

La Basílica de las Naciones, aún siendo la iglesia con mayor capacidad de toda Jerusalén, está llena a rebosar de fieles y no es capaz de dar cabida a la gran multitud que se aglomera en la entrada. Así, un sistema de megafonía en el exterior permite seguir, a quien lo desea, la celebración. Los demás han esperado, en un relativo recogimiento, a que comenzase la peregrinación con las antorchas a la que después se unieron centenares, miles de fieles camino de San Pedro en Gallicanto. De entre todos ellos, algunos permanecen en oración y meditación en su puesto, los más valerosos hasta el canto del gallo, mientras que otros prefieren permanecer en silencio en la basílica de Getsemaní.

Mab