Jueves Santo en Jerusalén: “¡Es muy fuerte!” | Custodia Terrae Sanctae

Jueves Santo en Jerusalén: “¡Es muy fuerte!”

20 de marzo 2008

Es un sacerdote. Vive por primera vez la Semana Santa en Jerusalén, y hoy es Jueves Santo. Ya esta mañana, a las 7:00, cuando terminó la Misa del Patriarca en el Santo Sepulcro me decía, sin encontrar otras palabras: “¡Es muy fuerte!”.

Estaba emocionado. Unas cuantas veces nos hemos cruzado hoy por la Ciudad Santa dado que las celebraciones, de un extremo al otro de la ciudad, son múltiples. Además de las de las de la Custodia que, por la tarde, se dividen entre el Santo Sepulcro y el Cenáculo, casi todas las comunidades viven por lo menos una celebración. Jerusalén parece una colmena de oraciones, y los peregrinos pululan por aquí y por allá.

Hay celebraciones para todos los gustos, en tantísimas lenguas y para todas las edades. Así, por segundo año consecutivo, el Custodio de Tierra Santa, fra Pierbattista Pizzaballa, ha presidido la celebración del Lavatorio de los pies, en el mismo Cenáculo, a los niños de la parroquia. Sólo para ellos, ante las miradas estupefactas, maravilladas y casi afectuosamente celosas de los peregrinos de paso en ese momento. Los cantos eran en árabe, acompañados de un órgano portátil.

Los niños posiblemente mostraban menos emoción que los adultos, que han vivido este gesto realizado por el Patriarca durante la Misa de la mañana, o por la tarde en la parroquia latina de San Salvador, pero felices. Y también lo era el Custodio.

Los grupos se sucedían en el Cenáculo, el lugar donde Jesús instituyó la Eucaristía. Es el Misterio del día. Los peregrinos son numerosos en la ciudad. Se habla de un récord de afluencia, desde el año 2000. El local está cuajado de peregrinos, cuando un grupo de peregrinos celebra las vísperas a las 15:30.

En este momento, la mayor parte de los frailes está en oración en el Santo Sepulcro, con los seminaristas del Patriarcado, con todas las puertas cerradas, según el uso. Una puerta se ha abierto para ellos a primera hora de la tarde, después las llaves se han vuelto a llevar al Sepulcro, después de haber sido entregadas –según la usanza- al Vicario Custodial, fra Artemio Vítores.

Son las 18:30 y me vuelvo a cruzar con el sacerdote. O mejor dicho, cruzamos la mirada, sus ojos llenos de emoción. Le veo como ensimismado, como si tratase de canalizar un exceso de alegría. Delante del Smo. Sacramento expuesto, cuando comienzan la Hora Santa, que escudriña la noche de Jerusalén, me parece escuchar su corazón latiendo; y si no se contuviese, creo que bailaría al ritmo de la alegría, como David delante del arca de la Alianza.

Después de la alegría de haber recibido el don de la Eucaristía, una vigilia de oración por la noche, en Getsemaní, conmemorará la hora de la traición, de la agonía de Cristo. Efectivamente, un Jueves Santo en Jerusalén: “¡Es muy fuerte!”.

Mab