Jueves Santo, el Triduo Pascual en Jerusalén comienza en el Sepulcro | Custodia Terrae Sanctae

Jueves Santo, el Triduo Pascual en Jerusalén comienza en el Sepulcro

Jerusalén, 21 de abril de 2011

Por la mañana, misa con el Patriarca y lavatorio de los pies
El olor a incienso llena la Basílica del Santo Sepulcro. Alrededor de la Tumba vacía de Cristo la procesión con el Santísimo Sacramento se mueve lentamente, al ritmo que marcan los kawas de honor con sus bastones. Una procesión de pequeñas luces de velas que pasa tres veces y, en su último giro, llega hasta la Piedra de la Unción y al Calvario mientras resuena el canto gregoriano. Es el momento más sugestivo de esta mañana de Jueves Santo, la conclusión de la misa con la cual la Iglesia de Jerusalén ha dado inicio al Sacro Triduo Pascual.

La “Missa in Coena Domini” -presidida por el Patriarca latino, S. B. Mons. Fwad Twal- recuerda hoy la última cena de Jesús antes de ser capturado. Se hace memoria del momento en el que, ofreciendo al Padre su cuerpo y su sangre -el pan y el vino- el Hijo de Dios instituyó la Eucaristía y el sacerdocio, al pedir a los apóstoles que perpetuaran esta ofrenda.

En la Iglesia de la Anástasis, frente al edículo que rodea la piedra que acogió el cuerpo muerto de Cristo y luego lo vio resucitado, la celebración adquiere un brillo particular, resplandece la unidad del Misterio pascual.

“Entrados ya en el Triduo Pascual, con esta celebración nos acercamos al corazón, al culmen de nuestra fe, al sentido de la muerte y de la resurrección de nuestro Señor”.

Mons. Twal, en su homilía, recuerda que con la Eucaristía “Cristo se hace cercano. Igual que nosotros, Él ama la amistad; como nosotros, Él conoce el dolor y la angustia. El amor manifestado en esta cena es lo que nos nutre todavía hoy cuando nos acercamos a la mesa eucarística. Lo que Él nos dio de una vez para todas, quiso también darlo y entregarlo constantemente. No se trata de un modelo a imitar como un simple memorial sino de la asimilación de su vida”.

Un gesto de amor, como el lavatorio de los pies de los apóstoles, repetido por el Patriarca antes de la bendición de los óleos sagrados -de los enfermos y de los catecúmenos- y de la consagración del Crisma.

“Jesús realiza un gesto que sólo hacían los esclavos, se hace pequeño y vulnerable. Un gesto difícil de aceptar, pero Pedro y todos los discípulos tras él podrán comprender el misterio del Hijo de Dios sólo con la condición de aceptar y acoger este acto de amor y de humildad.

Debemos dejarnos lavar, dejarnos perdonar por Él, ser objeto de la misericordia divina. Los dos gestos de esta celebración adquieren, unidos, todo su sentido: la Eucaristía, verdadero pan de vida, es la fuente de todos nuestros actos de amor hacia nuestros hermanos, e incluso hacia nuestros enemigos”.

Texto de Serena Picariello y fotos de Marco Gavasso




Jueves Santo a mediodía en el Santo Sepulcro: calma y recogimiento
Tras la misa solemne de la mañana, las puertas del Santo Sepulcro se han cerrado. La Tumba vacía ya no lo es más, se ha convertido en sagrario del Santísimo Sacramento.
Algunos fieles han querido permanecer, encerrados voluntariamente, en una basílica de la Resurrección silenciosa para disfrutar, en estos primeros momentos, de la alegría de la Pascua.
La apertura de las puertas a mediodía es un tanto particular.
En primer lugar porque la llave de la basílica le ha sido entregada, durante una media hora, al vicario custodial, fray Artemio Vítores, por sus custodios habituales, las familias musulmanas Nusseibeh y Joudeh. Juntos la llevan en procesión desde el convento de San Salvador hasta el Santo Sepulcro.
En segundo lugar porque está la policía, que debe contener a la multitud de peregrinos que querrían entrar. Pero las puertas se abrirán sólo durante unos pocos minutos para después volver a cerrarse nuevamente hasta la noche. Los gritos, los llantos no cambian nada. Se les permite entrar a los franciscanos, que escoltan a los seminaristas del Patriarcado latino, a algunos canónigos del Santo Sepulcro y a Mons. William Shomali, en representación del Patriarca. Sólo una veintena de fieles ha conseguido unirse a ellos para participar en los oficios de la tarde: la adoración al Santísimo Sacramento, el Oficio de Tinieblas y las Vísperas. ¡Ha faltado poco para que fray Armando, que dirige el coro franciscano, no consiguiera entrar!
El Santo Sepulcro está en calma durante los momentos de silencio de la liturgia… tanto que en la capilla de los coptos se siente el movimiento regular de un péndulo.
La mayoría de los participantes han encontrado un sitio ante la Tumba de tal forma que la pequeña construcción, vacía, aparece en toda su belleza arquitectónica. También porque, gracias a la generosidad de unos benefactores eslavos, las piedras han sido pulidas como nunca lo habían estado. Las claraboyas del edículo, e incluso el deambulatorio, tienen otro aspecto, más luminoso.

A las 18 horas, cuando se abren las puertas, la mayor parte de los peregrinos que esperaban fuera se han ido. Algunos de los que aún quieren entrar quedarán desilusionados.
Es todavía momento de recogimiento y de silencio.

Texto y fotos de Marie Armelle Beaulieu