Jerusalén: se representa en el Magnificatel concierto Tres Coros | Custodia Terrae Sanctae

Jerusalén: se representa en el Magnificatel concierto Tres Coros

Es sábado 2 de julio, el convento de San Salvador es un hervidero para recibir el Capítulo de los frailes de la Custodia. La sala capitular está preparada, la secretaría montándose y un silencio sepulcral envuelve los pasillos y patios. Por la tarde, sin embargo, el lugar comienza a llenarse de voces y risas: un pequeño milagro que tiene como protagonistas a unas ochenta personas, jóvenes y adultos.

Con motivo del comienzo del trabajo del capítulo se organizóun concierto donde tres coros pudieron actuar juntos, uniendo sus voces y sus historias.  Un coro está formado por adolescentes que estudian en el Magnificat, el Yasmeen choir; el segundo es un coro de niños y jóvenes palestinos de Belén y Hebrón, el Amwaj choir, y el tercero es un coro americano de jóvenes y adultos de la iglesia presbiteriana de Pensilvania, el Bryn Mawr choir. Este último se puso en contacto con el Magnificat hace más de un año para plantear la posibilidad de organizar un concierto durante su viaje de peregrinación a Tierra Santa. Una larga espera complicada por las frecuentes y siempre nuevas normas para contener la pandemia.  Los alumnos del Magnificat no han podido cantar juntos durante meses y, aunque las restricciones han ido suavizándose poco a poco, no les fue fácil encontrar días para los ensayos en los que pudieran participar al completo. Otro obstáculo para la realización del proyecto fue la obtención de los permisos para cincuenta coristas procedentes de Belén y Hebrón, para poder montar un concierto todos juntos. Finalmente, sin embargo, sucedió el milagro: a través de la embajada estadounidenselos jóvenes palestinos pudieron entrar en Jerusalén, algunos de ellos por primera vez. A primera hora de la tarde del sábado 2 de julio, tras meses de preparativos e intercambio de ideas mediante correo electrónico y videollamadas, los tres coros se reunieron por primera vez con gran alegría y emoción.

La iglesia se convirtió en sala de ensayo, mientras que la sala parroquial se transformó en un espacio para conocerse y relajarse justo antes del concierto, programado a las 18:00. Ochenta cantantes unieron sus voces en cantos en árabe, inglés y español antiguo, creando melodías que caldearon los corazones y reavivaron la esperanza. El coro de Belén y Hebrón participa habitualmente en concursos y eventos corales en Europa y otras partes del mundo, pero nunca había conseguido cruzar la frontera entre Palestina e Israel para poder actuar en Jerusalén. El pianista acompañante, antiguo colaborador del Magnificat a distancia, que vive en Belén, no pudo contener su alegría al contarnos que durante seis años no había podido acceder a la ciudad santa de Jerusalén.

El tiempo no fue suficiente para escuchar las muchas historias y diversas aventuras de estos jóvenes cantantes, unidos por la música y la pasión por el canto. No fue fácil concluir el concierto y despejar la iglesia para el rezo de las vísperas; la energía era tanta que todos hubieran preferido prolongar el tiempo juntos, la armonía de las voces y de los coros. En los patios del convento se multiplicaban las sonrisas, al igual que los abrazos y el intercambio de saludos antes de la despedida final. El concierto fue un auténtico éxito, tanto desde el punto de vista artístico como, sobre todo, del humano y espiritual. Gracias a la música se derriban fronteras, se amplían horizontes y se construye, con paciencia y humildad, un mundo más digno.

 

Fr. Alberto Pari, ofm