La Custodia de Tierra Santa celebró con solemnidad el Tránsito de san Francisco de Asís y la fiesta litúrgica del Santo, patrono de Italia, con dos momentos intensos de oración y comunión, las vísperas del 3 de octubre y la celebración eucarística del 4 de octubre.
El Tránsito del Seráfico Padre
La tarde del viernes 3 de octubre, en la iglesia de San Salvador en Jerusalén, la comunidad franciscana, los religiosos y los fieles se reunieron para las vísperas solemnes del Tránsito. La liturgia fue presidida por frey Francesco Ielpo, Custodio de Tierra Santa, quien ofreció una reflexión centrada en la fidelidad franciscana y en el sentido de la renovación de los votos religiosos.
En su mensaje, frey Francesco recordó la imagen de san Francisco como "sostén de la casa de Dios", no un proyecto abstracto sino una fidelidad concreta, cotidiana, vivida en la obediencia al Evangelio y en la fraternidad. El Custodio dirigió en particular sus palabras a los 35 frailes que en esa ocasión renovaron su profesión religiosa, recordando que la fuerza de la Iglesia no proviene de estrategias o estructuras, sino de la vida evangélica encarnada y testimoniada día tras día.
La fiesta del 4 de octubre
Al día siguiente, sábado 4 de octubre, la Custodia celebró la solemnidad de san Francisco con la Santa Misa, presidida por el prior de la Escuela Bíblica Dominicana de Jerusalén, el Padre Martin Staszak. Junto a los frailes menores, estuvieron presentes en la celebración numerosos religiosos, fieles, representantes de las instituciones civiles y diplomáticas, así como delegados de las distintas comunidades cristianas locales. También estuvo presente el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén.
La celebración eucarística fue ocasión para dar gracias no solo por la figura del Santo de Asís, sino también por el don de su herencia espiritual que sigue inspirando la misión de los franciscanos en los Lugares Santos. En un tiempo marcado por tensiones y sufrimientos, la vida y el mensaje de Francisco resuenan como una invitación a la reconciliación, a la paz y a la esperanza, con la fuerza desarmante de la fraternidad evangélica.
En su homilía, el Padre Staszak subrayó la dimensión profunda de la Palabra de Dios, como los pájaros reunidos por Francisco, la Palabra no queda encerrada sino que se difunde, vulnerable y frágil como la carne del Verbo encarnado, y sin embargo capaz de transformar la debilidad en fuerza. La radicalidad evangélica de Francisco, hecha de pobreza, fraternidad y testimonio, se convierte así en signo vivo de la redención de Cristo.
Una herencia viva
Del Tránsito a la fiesta litúrgica, las celebraciones reafirmaron la actualidad del testimonio de Francisco, una vida que se convierte en predicación, un Evangelio que se hace carne en las decisiones cotidianas. En Tierra Santa, lugar en el que la fe se mide cada día con la fragilidad de la historia, su ejemplo sigue siendo una llamada a ser "pequeños sostenes" de la Iglesia, con la radicalidad sencilla del Evangelio vivido.