Jaffa: Tota pulchra es Maria | Custodia Terrae Sanctae

Jaffa: Tota pulchra es Maria

En el jardín del convento de Jaffa existe un rincón con una imagen de la Virgen. Hace unos doce años, durante el tiempo de fray Abdel Masih, algunos fieles de la parroquia de lengua árabe quisieron construir este pequeño santuario a la Madre de Dios.

Debo decir, con sinceridad, que siempre he pensado que el gusto de este rinconcito dejaba mucho que desear. Está hecho un poco a la buena de Dios, sin las proporciones adecuadas ni el remate bien hecho. Pero, siendo ya párroco por siete años, nunca he tenido el valor de meterle mano para restaurarlo. He sido siempre reacio a arruinar lo característico de este pequeño santuario, un lugar adonde todos pueden venir, pararse a rezar, sobre todo mientras la iglesia está cerrada.

La peculiaridad de este pequeño “santuario” es que los fieles se pueden acercar hasta la virgencita hasta tocarla con las manos. Hay una pequeña verja de hierro de separación frente al edículo para proteger la imagen, que en realidad se parece más a una celosía de un confesionario, donde uno puede abrir el corazón a la Blessed Virgin, de los indios, o a la Mamma Mary de los filipinos. Estos la hacen partícipe de todas sus preocupaciones, sufrimientos, ansiedades, y esperan confiados, si no la resolución, al menos el don de la fuerza espiritual para poder llevar su peso.

¡La imagen no es bonita! Aunque es querida y venerada. No es como la de la iglesia, preciosa pero distante. Ésta está a la puerta de todos, como una auténtica madre. Está siempre disponible. No hay peligro de llevarse ninguna riña ni bronca de parte de las personas encargadas de mantener el orden en la iglesia. Está revestida de un vestidito, atención filial de algún fiel, para hacerla un poco más querida y, sobre todo, más decorosa. Estoy seguro de que la Virgen, a través de esta imagen, ha repartido muchas gracias. La Mamma Mary del jardín es también un punto de encuentro seguro y conocido por todos los fieles, árabes, indios, filipinos, africanos. Muchos esperan ahí al final de la misa en curso para asistir a la siguiente en su lengua, justo en este rinconcito del jardín donde, además, se puede disfrutar de una gran frescura gracias al eucalipto que crece al lado. No les gusta entrar antes en la iglesia y molestar a los fieles que rezan. Por la tarde, sobre todo los sábados, las lucecitas colocadas delante del pequeño edículo, a modo de gruta, se quedan encendidos, haciéndole presente a la Virgencita los deseos de estos pobres y sus necesidades. La oración continúa.

Hay que decir que, junto a los católicos, también vienen incluso mujeres hindúes de la India y budistas de Sri Lanka. A mi pregunta de por qué rezan a la Virgen si no son cristianas, responden: “Nosotras rezamos a la Virgen y ella nos ayuda. Esto es lo importante para nosotros y por eso la respetamos y la queremos”. Los caminos del Señor son realmente infinitos. Hoy ha venido alguna mujer a limpiar el pequeño santuario, como hacían las hijas, por turnos, que iban a hacer limpieza y a ordenar la casa de la madre.

Fray Arturo Vasaturo ofm
Director de la escuela de secundaria de Terra Santa