Igual que los niños musulmanes celebran la fiesta del fin del Ramadán, los nuestros celebran las fiestas navideñas. Los niños viven momentos muy alegres, momentos que consiguen distender la tensión escolar y la disciplina. Las fiestas son un buen momento para confraternizar: los estudiantes confraternizan entre ellos, también con los maestros, y con los más pequeños. En nuestra escuela tenemos estudiantes musulmanes y cristianos de todas las confesiones, y también el cuerpo docente es mixto, constituido de cristianos occidentales y orientales, musulmanes e incluso hebreos. ¡Y todos juntos hemos celebrado la Navidad!
Los niños trajeron de sus casas suficiente comida para poder compartirla juntos en una pequeña cena tras haber decorado –por la mañana- la sala de la escuela con adornos navideños y algo que no puede faltar: el árbol de Navidad. Tras las palabras de bienvenida de fray Arturo –director de la escuela- y una oración al Señor, la fiesta continuó con música interpretada por los propios alumnos. Hubo competiciones de cultura universal, concursos de acertijos, juegos con la máquina de la verdad… para acabar con la extracción de los números afortunados que daban derecho a pequeños regalos.
Pero el momento mejor acogido fue… el baile, hasta las 10 de la noche. Esto que parecería normal, aquí en Gaza es una señal de la confianza que los padres ponen en la dirección de la escuela pues aquí es muy difícil que los chicos se diviertan bailando sin la presencia de los padres. La alegría de los chicos fue inmensa, tremenda.
En la fiesta participaron todos los chicos y todo el profesorado manifestando con este gesto un signo óptimo de pertenencia a la escuela. Ha sido una auténtica fiesta familiar. A pesar de la diversidad nos hemos sentido todos unidos, animados por la caridad y el espíritu de servicio. Así es como se deduce de las enseñanzas de san Francisco. En una situación política actual tan delicada, es importantísimo conservar nuestras escuelas, islas de auténtica convivencia y amistad donde cada uno respeta al otro como un hermano, dando un buen ejemplo a la sociedad en que vivimos.
Al final, como nota educativa a resaltar, los alumnos y los responsables han hecho limpieza en el salón, dejándolo tan limpio como lo habían encontrado.
Fray Arturo Vasaturo ofm
Los niños trajeron de sus casas suficiente comida para poder compartirla juntos en una pequeña cena tras haber decorado –por la mañana- la sala de la escuela con adornos navideños y algo que no puede faltar: el árbol de Navidad. Tras las palabras de bienvenida de fray Arturo –director de la escuela- y una oración al Señor, la fiesta continuó con música interpretada por los propios alumnos. Hubo competiciones de cultura universal, concursos de acertijos, juegos con la máquina de la verdad… para acabar con la extracción de los números afortunados que daban derecho a pequeños regalos.
Pero el momento mejor acogido fue… el baile, hasta las 10 de la noche. Esto que parecería normal, aquí en Gaza es una señal de la confianza que los padres ponen en la dirección de la escuela pues aquí es muy difícil que los chicos se diviertan bailando sin la presencia de los padres. La alegría de los chicos fue inmensa, tremenda.
En la fiesta participaron todos los chicos y todo el profesorado manifestando con este gesto un signo óptimo de pertenencia a la escuela. Ha sido una auténtica fiesta familiar. A pesar de la diversidad nos hemos sentido todos unidos, animados por la caridad y el espíritu de servicio. Así es como se deduce de las enseñanzas de san Francisco. En una situación política actual tan delicada, es importantísimo conservar nuestras escuelas, islas de auténtica convivencia y amistad donde cada uno respeta al otro como un hermano, dando un buen ejemplo a la sociedad en que vivimos.
Al final, como nota educativa a resaltar, los alumnos y los responsables han hecho limpieza en el salón, dejándolo tan limpio como lo habían encontrado.
Fray Arturo Vasaturo ofm