Intervención del Custodio de Tierra Santa en el Sínodo para el Oriente Medio | Custodia Terrae Sanctae

Intervención del Custodio de Tierra Santa en el Sínodo para el Oriente Medio

Del 10 al 24 de octubre se celebra en Roma la Asamblea Especial del Sínodo de Obispos para el Oriente Medio, propuesta por el Papa Benedicto XVI tras su viaje a Tierra Santa, en mayo de 2009, para reflexionar sobre el tema: “La Iglesia Católica en Oriente Medio: Comunión y testimonio”.

"Los frailes menores de la Custodia de Tierra Santa son hoy testigos reconocidos y generosos y promotores activos del movimiento físico y espiritual que pone a millones de personas en camino hacia Jerusalén en la búsqueda del centro, del corazón, de la primera fuente de la fe y de la vida cristiana”, ha declarado el Custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, en su discurso a la asamblea sinodal.”, ha declarado el Custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, en su discurso a la asamblea sinodal.

He aquí el discurso de fray Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa:

“Eminentísimos y Excelentísimos Padres,
Ilustres autoridades y miembros de este Sínodo:
En Tierra Santa sentimos con fuerza los límites de una perspectiva y de una pastoral que, con demasiada frecuencia, nacen de los problemas y de las situaciones más que de la vocación de los cristianos y de las Iglesias de estas benditas y particulares tierras (Cfr. Instrumentum Laboris, 6). Sin embargo, creo que nos encontramos en un tiempo y en un lugar en el que es necesario volver a la vocación propia de las Iglesias de Tierra Santa. Me parece, por lo demás, que éste es el sentido de la invitación que el Santo Padre nos ha dirigido en su homilía inaugural, cuando nos ha pedido que hagamos nuestra la mirada de Dios, que ve esta tierra desde lo alto. Quisiera también yo comenzar mi intervención haciendo memoria de la primera manifestación de la Iglesia en Jerusalén en el día de Pentecostés: “Somos partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de la zona del Líbano cercana a Cirene, romanos residentes aquí, judeos y prosélitos, cretenses y árabes, y les oímos hablar en nuestras lenguas de las grandes hazañas de Dios”. Todos estaban estupefactos y perplejos, y se preguntaban uno a otro: “¿Qué significa esto?” (Hch 2,9-12).
Este encuentro universal de todas las lenguas en Jerusalén, y el encuentro con Dios, no es sólo memoria sino también presente y futuro. Hoy, como entonces, la Iglesia de Jerusalén nace y se desarrolla con vocación de apertura universal. Los frailes menores de la Custodia de Tierra Santa son hoy testigos reconocidos y – sobre todo- generosos, y promotores activos del movimiento físico y espiritual que pone a millones de personas en camino hacia Jerusalén en la búsqueda del centro, del corazón, de la primera fuente de la fe y de la vida cristiana. Mirando hacia nuestro interior, como comunidad cristiana que vive en Tierra Santa, debemos redescubrir nuestro ser y vivir en los lugares de los orígenes. No se trata, sin embargo, simple y solamente de lugares. Nosotros somos y vivimos la memoria viva de la Encarnación. Ésta no ocurrió sólo en el tiempo, sino también en un espacio. Habitar con vitalidad ese espacio es vocación y servicio a la Iglesia entera. Se nos exige, por tanto, recuperar y desarrollar esta conciencia. Es necesario que pastores y fieles de las Iglesias de Tierra Santa desarrollen un mayor conocimiento de estos lugares que algunos ha definido como “el quinto Evangelio”. Los Santos Lugares son una ocasión importante de evangelización y de oración, además de punto de referencia de la identidad cristiana de Tierra Santa. Jerusalén, en particular, no puede ser vista sólo como el resultado de una lucha entre facciones opuestas; ha sido y es punto de partida y de llegada de la peregrinación de la fe de cada creyente en Cristo. Es más, de todo fiel que comparte la fe de Abrahán. Las peregrinaciónes que llegan a Tierra Santa desde todo el mundo, así como la presencia de los fieles judíos y musulmanes entorno a la misma zona sagrada de la Ciudad Santa, aparecen a los ojos de la fe como una realización, aunque sólo sea parcial, de la profecía de la reunión de todos los pueblos sobre el Monte Sión para conocer las vías del Señor y caminar por sus senderos (Cfr. is 2,2-4, Mic 4,2-4). Por lo tanto, tenemos la necesidad de una preocupación renovada por la formación y la catequesis de cuantos se preparan para ser pastores y de los fieles, para que todos estén a la altura del desafío que la evangelización y la misión presentan en nuestro tiempo y en esta Tierra nuestra. Una pastoral que se concentre fundamentalmente en la Palabra de Dios estudiada, meditada y anunciada es algo irrenunciable (Cfr. Instrumentum Laboris, 8; 62-69). Las dificultades, y también los impedimientos, que el anuncio explícito del Evangelio encuentra en nuestra tierra no deben retraernos solamente a conservar lo que tenemos sino que nos exigen, como individuos y como comunidad, ser creativos, capaces de dar testimonio elocuente y claro.
Mirando hacia el exterior, las peregrinaciones de un lado y el carácter múltiple –multilingüe, multiracial y multi-ritual- de la Iglesia de Tierra Santa por otro, nos exigen ser una Iglesia cada vez más “extrovertida”, casi diría acogedora, abierta a los otros y a lo otro. La Iglesia de Tierra Santa ha sido siempre una minoría. Ser minoría es parte de nuestra identidad y no debemos hacer de ello un drama. Tal condición nos recuerda que no estamos ni existimos por nosotros mismos sino para entrar en relación con quien se encuentra con nosotros y nos exhorta a ser participativo. Y la verdad es que esto ocurre. Siendo sólo poco más del 1 por ciento de la población, la Iglesia con sus obras alcanza a más del 5 por ciento de los habitantes.
Permitidme aquí recordar el servicio que da la Custodia de Tierra Santa en el campo de la educación, de la asistencia y en la formación universitaria, ofrecidos no sólo a los cristianos latinos sino también a los fieles de otras confesiones y religiones. Hace escasos años, la Custodia de Tierra Santa se ha abierto a la colaboración en la cura pastoral de los grupos de fieles católicos de lengua hebrea y de inmigrantes (Cfr. Instrumentum Laboris, 49-53). Los centros de estudios, de investigación, acogida y de comunicación social, fundados y mantenidos por la Custodia, como el Centro franciscano de Estudios Orientales de El Cairo, el Memorial de San Pablo en Damasco, el Instituto musical Magnificat, el Franciscan Multimedia Centre y la Facultad de Ciencias Bíblicas y Arqueología de Jerusalén están abiertos a los cristianos de todas las denominaciones.
Ser minoría no debe impedirnos dar un vibrante testimonio de fe y pertenencia, de promover propuestas culturales interesantes y atrevidas, único espacio de intercambio posible en nuestra Tierra. Ser minoría no nos debe encerrar sino abrir a nuevas formas de creatividad, que no sólo estén permitidas sino que, a veces, son las que esperan nuestros hermanos de otras religiones.
El esfuerzo ecuménico es para nosotros, que vivimos en Tierra Santa, sobre todo el encuentro cotidiano del pueblo, de los hermanos y hermanas que, más allá de la diversidad, comparten el camino cristiano común y el esfuerzo compartido por la paz (Cfr. Instrumentum Laboris, 82); es también expresión cotidiana de las dificultades que los prejuicios y la historia nos han consignado y que en Tierra Santa se vuelven tangibles y concretos.
En lo que se refiere al delicado y sufrido escenario político, sin entrar en cuestiones delicadas y tan discutidas incluso entre nosotros, deseo subrayar aquí cómo también para nosotros no siempre está claro que , como cristianos de Tierra Santa que no reivindicamos territorios ni posiciones de privilegio, nos toca custodiar, mantener visible y defender celosamente, de todas las formas posibles y en todos los ámbitos públicos, el carácter también cristiano de la Tierra Santa y de Jerusalén, que no siempre se da por descontado y que, quizá, no siempre es acogido”.


Il Custode di Terra Santa al Sinodo