El 20 de mayo de 2025, exactamente 1700 años después del inicio del Concilio de Nicea (325 d.C.), las ciudades de Jerusalén y Londres se conectaron simultáneamente para una celebración ecuménica. Un evento que reunió a cristianos de diversas tradiciones, en nombre de la unidad y la esperanza, en dos lugares simbólicos: la Co-Catedral del Santísimo Nombre de Jesús en Jerusalén y la Temple Church en Londres.
La celebración fue conducida por algunas voces del cristianismo contemporáneo. En Jerusalén, intervinieron el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino, junto con varios representantes de las Iglesias Orientales. En Londres, el evento fue inaugurado por el Cardenal Vincent Nichols, Arzobispo de Westminster, acompañado por representantes anglicanos, ortodoxos y católicos.
La ceremonia representó no solo un momento litúrgico solemne, sino también una fuerte señal de hermandad en un tiempo marcado por divisiones y conflictos, especialmente en Tierra Santa. El mensaje del Papa Francisco, leído al comienzo de la celebración, recordó cómo el Pontífice se siente cercano a los cristianos de Oriente Medio e invocó “el cese inmediato de los conflictos” y “un futuro sereno basado en el perdón y la solidaridad fraterna”.
El corazón de la liturgia fue la recitación conjunta del Credo de Nicea, pronunciado en varios idiomas – griego, latín, inglés, árabe, e incluso en eslavo antiguo – para testimoniar la universalidad del mensaje cristiano. Fue un momento profundamente simbólico: ese mismo Credo, formulado en el siglo IV para afirmar la fe común en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sigue uniendo hoy a millones de creyentes en todo el mundo.
El Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino, fue el primer gran concilio ecuménico de la historia cristiana. De aquel encuentro entre obispos de todo el Imperio nació una profesión de fe compartida, destinada a contrarrestar las divisiones teológicas de la época. Hoy, diecisiete siglos después, ese Credo sigue siendo una base sólida de comunión entre las Iglesias, a pesar de las diferencias litúrgicas y doctrinales.
Organizado por la red ecuménica “Friends of the Holy Land”, el evento también quiso llamar la atención sobre la difícil situación de los cristianos en Oriente Medio, definidos como “piedras vivas” que deben ser apoyadas con la oración y gestos concretos de solidaridad.
En un mundo en busca de puntos de referencia, la celebración simultánea entre Londres y Jerusalén mostró que la fe todavía puede unir, cruzando fronteras e idiomas, para construir puentes de paz y fraternidad.
Francesco Guaraldi