Fray Ibrahim Faltas celebra en el Calvario la memoria de María Dolorosa

Fray Ibrahim Faltas celebra en el Calvario la memoria de María Dolorosa

La conmemoración de Nuestra Señora de los Siete Dolores en Jerusalén marca el comienzo de la Semana Santa.

La misa se celebró el viernes 22 de marzo en la basílica del Santo Sepulcro, en el altar de la Dolorosa en el Calvario, que separa la capilla propiedad de los greco-ortodoxos de la capilla latina de la Crucifixión.

La misa en el Calvario

Siguiendo la tradición, fue el vicario custodial, fray Ibrahim Faltas, quien presidió la celebración en el altar donde se encuentra el busto de madera de María, donado al Santo Sepulcro en 1778 por María Pía, reina de Portugal. La Virgen aparece con el pecho atravesado por una espada, representación de la profecía de Simeón en el templo, citada en los evangelios de la infancia: «Este [Jesús]… será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma» (Lc 2,34-35).

El culto a la Virgen Dolorosa

El culto a la Virgen Dolorosa y sus Siete Dolores es una devoción muy antigua que se remonta al siglo XI: fijada el viernes anterior al Domingo de Ramos por Benedicto XIII en 1727, después se estableció el 15 de septiembre durante el Concilio Vaticano II. Pero aquí, en el Santo Sepulcro, sigue viva la solemnidad preconciliar, muy querida por peregrinos y fieles, y recordada como la solemnidad de los Septem Dolorum Beatae Mariae Virginis (Siete Dolores de la Santísima Virgen María).

Estos constituyen una especie de camino de sufrimiento del que fue protagonista la Madre del Señor durante su vida terrenal: la profecía de Simeón sobre su hijo (Lc, 2, 34-35), la huida a Egipto con José y el niño (Mt, 2, 13-21), la pérdida de Jesús con 12 años, encontrado luego en el templo (Lc, 2, 41-51), el encuentro con Jesús en el Vía Crucis (Lc, 23, 27-31), su sufrimiento al pie de la cruz (Jn, 19, 25-27), el momento en que tiene en sus brazos a su hijo muerto (Mt, 27, 57-59) y, finalmente, cuando presencia la deposición de Jesús en el sepulcro (Jn, 19, 40-42).

El canto del Stabat Mater, atribuido a Jacopone da Todi, acompañó la liturgia y condujo a los asistentes y concelebrantes a la profundidad desgarradora del Misterio de hoy.

El rostro de todas las madres que sufren en la Dolorosa

Fray Ibrahim Faltas, durante su homilía, quiso subrayar la relación entre el dolor de María y el dolor de todas las madres. Su pensamiento se dirige a las madres de Gaza, cuyo sufrimiento ha visto y conocido de cerca el vicario, sobre todo en Italia, donde recientemente ayudó a muchos niños enfermos de Gaza a ser atendidos en hospitales pediátricos: «Los siete dolores de María son similares a la historia dolorosa de muchas madres que hoy se ven obligadas a huir para encontrar un refugio seguro para sus hijos, bajo las bombas, donde todo a su alrededor ha sido destruido. Madres que no tienen alimentos para calmar el hambre de sus hijos, o que buscan a sus pequeños entre los escombros».

Es necesario, continúa fray Ibrahim, mirar a María, que enseña a contemplar el crucifijo, el gran misterio del amor de Dios por nosotros: María Dolorosa nos enseña que debemos entrar en el misterio de la pasión de Cristo: María se unió al sufrimiento de la Cruz no solo con su presencia física sino, principalmente, por amor a su Hijo. La celebración de hoy nos da una lección de auténtica y profunda compasión. María sufre por Jesús, pero también sufre con Él y la Pasión de Cristo es participación en todo el dolor de los hombres».

Silvia Giuliano