Fiesta de la Cruz en el Santo Sepulcro (2007) | Custodia Terrae Sanctae

Fiesta de la Cruz en el Santo Sepulcro (2007)

“Es como si hubiese vivido la fiesta de Pascua, con la muchedumbre y la agitación”. Una fiel se expresaba así al término de la Misa de la Invención de la Santa Cruz en el Santo Sepulcro, el lunes 7 de mayo. La verdad es que la fiesta de la Invención (encuentro) de la Santa Cruz es una de las dos fiestas, junto con la del Corpus Christi, que, fuera del tiempo de Cuaresma y de la fiesta de Pascua, en el Santo Sepulcro, respetan el mismo esquema: entrada solemne para las primeras vísperas, procesión con tres vueltas en torno a la edícola, oficio nocturno y Misa solemne el día de la fiesta. Pero, a diferencia de las demás, esta celebración se celebra sólo por los franciscanos y la preside normalmente el Custodio de Tierra Santa [1]. Por otro lado, esta fiesta es la única que no se celebra en la parte superior de la Iglesia sino en el lugar donde, según la tradición, santa Elena, madre del Emperador Constantino, encontró las tres cruces del Calvario entre las que encontró la de Cristo. [2]

La liturgia no se desarrolla en la parte superior de la Iglesia sino en el misma cripta de la Invención. La fiesta, después de la entrada solemne del Custodio padre Pierbattista Pizzabala, se inicia con la procesión, que interrumpe su curso habitual para el oficio de las primeras vísperas, en la cripta de la Invención de la cruz.

Este año la Custodia ha publicado un nuevo libreto y, entre las novedades del mismo, los habituales al Santo Sepulcro se han podido sorprender al ver un poco cambiadas las palabras del himno Vexilla Regis.

Este himno fue escrito en el siglo VI por Venanzio Fortunato, para acoger una reliquia de la Santa Cruz en Poitiers (Francia), a petición de la reina Radegonda, y después pasó a la liturgia romana. En la época de la reforma de la procesión cotidiana del Santo Sepulcro, en 1623, el Custodio de Tierra Santa, Tommaso Obicini, adoptó el texto como figuraba en el breviario de la reforma litúrgica del concilio de Trento, en el año 1570. En 1632 el papa Urbano VIII modificó el texto original, escrito por Venanzio Fortunato en tardo-latino, para adaptarlo al sistema métrico de esta lengua. Mientras, los franciscanos, según la Regla de san Francisco, oran como la iglesia romana y acogen todas sus reformas. Sin embargo, en Tierra Santa, durante la ocupación otomana, las modificaciones no estaban a la orden del día.

Por lo tanto, se conservó el texto original desde 1623 hasta 1924. En aquel año, fra Agostino Fachini adaptó el texto del himno al del breviario. Él no sabía que, 60 años después, el Concilio Vaticano II, en su documento sobre la Liturgia, Sacrosantum Concilium, en el capítulo 93, pedía que los himnos tornasen a sus formas originales.

Los cambios de palabras no han causado mayores consecuencias y la celebración ha sido muy devota. Todos los ritos se han seguido por una asamblea reducida pero fervorosa.

Después de las vísperas algunos fieles han aprovechado y se han sumado a la procesión en la Basílica de la Resurrección, a la que aún quedaban algunos minutos, para recogerse delante de la reliquia de la Vera Cruz. La reliquia se ha llevado, de nuevo a la cripta, en procesión solemne, por el Custodio para el oficio de lectura, y después, de nuevo, para la Misa del día. Después, al fin de la Misa, se ha vuelto a sacar y se ha portado en procesión a la Basílica para la procesión con los tres giros en torno a la edícola. Los fieles la han podido venerar, después de tres bendiciones solemnes: una ante la Tumba, la otra en el altar de la Aparición a María Magdalena, y la última en la capilla de la Aparición a María.

¡Salve, Cruz benéfica,
que llevas la alegría pascual,
en los justos acrecientas la gracias,
y a los reyes borras los pecados!


Es verdad: en la alegría de esta fiesta hay algo de la fiesta de Pascua.

MAB


[1] Para el Patriarcado de Jerusalén esta fiesta, según la liturgia propia de la diócesis, es una memoria. Para la iglesia latina, la fiesta se ha trasladado, para favorecer una única fiesta de la Exaltación de la Cruz, al 14 de septiembre.
[2] En el Oficio de Lectura se lee el texto de san Rufino que explica cómo se reconoció la Cruz del Señor.