Fieles y peregrinos abarrotan la Basílica de Emaús | Custodia Terrae Sanctae

Fieles y peregrinos abarrotan la Basílica de Emaús

Como todos los años por estas fechas los vecinos de Al Qubeibe (la Emaús bíblica) se sorprendían al ver tantos autobuses y vehículos aparcados en las inmediaciones de la Basílica. Cientos de fieles locales llegados de diversos puntos de Cisjordania, de Jerusalén y de Israel, así como grupos de peregrinos de diferentes países –España, Italia, Polonia, Francia, entre otros– se congregaban para celebrar la última jornada del ciclo de la Semana Santa. Allí donde Jesús, tras su pasión y muerte, se presentaba a dos de sus discípulos para hacerles ver que los rumores eran ciertos y que había resucitado.

Fieles y peregrinos abarrotaron la Basílica, en la que asistieron a la tradicional misa solemne de casi dos horas oficiada por el Custodio de Tierra Santa, Pierbattista Pizzaballa. Aunque se colocaron sillas plegables en los laterales de la iglesia, muchos fueron los que tuvieron que seguir la ceremonia de pie, dado el alto número de participantes. Pero la alegría del momento les ayudó sin duda a sobrellevar estoicamente la celebración de la eucaristía, que luego dio paso a un bucólico almuerzo.

Dado que para algunos grupos de peregrinos se trataba de la última estación dentro de una secuencia que había comenzado una semana antes con la celebración del Domingo de Ramos, y que de Al Qubeibe marchaban directamente al aeropuerto, se les repartieron almuerzos individuales y comieron en los jardines. En cambio, los que no tenían tanta prisa pudieron disfrutar de la belleza del lugar, situado en un alto con una gran panorámica, para luego entrar en el antiguo Colegio habilitado a modo de comedor. Un almuerzo austero pero en comunidad tanto con el resto de fieles como con el simbólico lugar, que hacía bueno ese dicho de que “no sólo de pan vive el hombre”.

Después de comer y de poder pasear por tan lindo paraje la Basílica se volvía a llenar, aunque menos, dado que había sillas para todos y ya nadie tenía que quedarse de pie, para celebrar los típicos oficios de Pascua. Una celebración más ligera, aunque igual de simbólica, que hacía que las paredes de la Basílica rezumaran armonía con cada uno de los cánticos, terminando con el emocionante tallido de las campanas, que reverberaba por todo el valle.

Terminados los oficios el Custodio de Tierra Santa, Pierbattista Pizzaballa, era despedido con aplausos al subirse a su vehículo oficial, que le llevaría de vuelta a Jerusalén. Y detrás de éste toda una caravana de autobuses que, aunque sea una vez al año, recibían la correspondiente autorización de la Administración Civil del Ministerio de Defensa israelí para poder utilizar el control militar de Al Yib, lo que les permitía reducir a media hora el trayecto de vuelta a Jerusalén. Pues de tener que haberlo hecho por el control de Qalandia –el principal paso de entrada desde Cisjordania a Jerusalén– el trayecto se habría demorado durante un par de horas.

La celebración de Emaús constituye sin duda una jornada de gozo y de disfrute colectivo, en la que la resurrección y la reaparición pública de Jesús se convierten en un proceso interno, transformacional, dentro de cada uno de nosotros. Motivados por este momento especial, muchos peregrinos al despedirse se comprometían a animar a familiares, amigos y conocidos en sus respectivos países de origen para que la Pascua que vienen vengan a Tierra Santa para así poder vivir tan emotiva experiencia.

Julio de la Guarda