«Exulten los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo»: Vigilia pascual del Sábado Santo en la Basílica del Santo Sepulcro | Custodia Terrae Sanctae

«Exulten los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo»: Vigilia pascual del Sábado Santo en la Basílica del Santo Sepulcro

Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén. 7 de abril de 2012

La tradicional Vigilia de Pascua, con la que los cristianos de todo el mundo penetran en el misterio de la resurrección del Señor y entran en la alegría de su vida gloriosa, en Jerusalén se celebra desde primeras horas de la mañana del Sábado Santo. Esta vigilia, considerada por la Iglesia como la «madre de todas las vigilias» y que normalmente se celebra por la noche, aquí se anticipa a las horas matutinas a causa de necesidades locales, según lo dispuesto en el Status quo. La celebración se desarrolla en el mismo lugar de la Anástasis y, ante el edículo de la Tumba vacía, descubierta la mañana de Pascua por la Magdalena, se proclama el evangelio del Señor que resucita glorioso de la muerte.

Fieles de toda procedencia, muchos de los cuales ya habían acompañado a Jesús en los momentos más dolorosos de su Pasión celebrada durante toda la Semana Santa, han llenado la basílica del Santo Sepulcro desde primeras horas de la mañana, contentos de poder finalmente cantar himnos festivos al Señor resucitado. La Vigilia ha estado presidida por el patriarca latino de Jerusalén, S. E. Mons. Fuad Twal, junto al que han concelebrado S. E. Mons. William Shomali, S. E. Mons. Kamal Batish, obispo auxiliar y obispo auxiliar emérito del Patriarcado latino local respectivamente, y decenas de sacerdotes y religiosos, entre ellos muchos franciscanos de la Custodia de Tierra Santa.

También en esta importante ocasión, los frailes franciscanos se han dirigido desde el convento de San Salvador a la sede patriarcal en procesión y han acompañado e introducido a Mons. Twal y a su séquito en la Basílica del Santo Sepulcro. La celebración comenzó en la misma puerta del santuario, ante la Piedra de la Unción, cuando el patriarca, acompañado de los concelebrantes -clero y ministros- se ha dirigido a bendecir el fuego, la llama viva que Dios ha transmitido al hombre a través de la resurrección gloriosa de su Hijo. En las manos de todos los presentes, multitud de pequeñas velas han hecho la ceremonia aún más emotiva, transmitiendo un sentido de profunda comunión. Después, mientras el pueblo entonaba el Salmo, la procesión se ha dirigido hacia el lugar de la Anástasis donde, precisamente ante el edículo, el patriarca ha encendido el cirio pascual con la llama de las lámparas que, incesantemente, permanecen encendidas junto a la Tumba vacía, como queriendo significar que precisamente de aquí viene «la luz de Cristo que resucita glorioso y que ilumina todas las cosas». Finalmente, en pie y con las velas encendidas, todos los presentes han podido escuchar el canto exultante del pregón pascual: «Exulten los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo; que un himno de gloria salude el triunfo del Señor resucitado».

A continuación ha seguido la larga Liturgia de la Palabra a través de la cual la Iglesia ha meditado en las maravillas realizadas por el Señor en favor de su pueblo desde la creación (Gen 1,1-2, 2), porque «todo lo que hizo era bueno», hasta el sacrificio de Isaac (Gen 22,1-18), porque a Abrahán, que no rehusó entregar al Señor su único hijo, Él le prometió la bendición de una descendencia tan numerosa «como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar»; desde la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto (Ex 14,15-15, 1) al afecto perenne y a la piedad por Israel, como los sentimientos de un esposo que retomará «con inmenso amor» a la mujer abandonada (Is 54,5-14); de la promesa al pueblo de una alianza eterna (Is 55,1-11) a la entrega de la Ley que subsiste a lo largo de los siglos como una espléndida luz (Bar 3,9-15.32-4,4), a la aspersión del agua pura que dará al pueblo un corazón nuevo (Ez 36,16-17a.18-28).

Tras la última lectura tomada del Antiguo Testamento, seguida del Salmo y de la oración correspondiente, el patriarca ha entonado el himno {Gloria in excelsis Deo}, que ha {explotado} en la asamblea al sonido del órgano y de las campanas, llenando de fiesta el corazón de los presentes y de toda la basílica. Ha seguido la lectura de la Carta de san Pablo a los Romanos (Rm 6,3-11), que anuncia que «Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más». El corazón de la Liturgia de la Palabra ha sido la proclamación de la resurrección del Señor, precisamente en el lugar en el que ocurrió.

Aspecto central de la celebración ha sido también la Liturgia bautismal con la bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales, que todos han realizado de pie y con las velas encendidas, a la que ha seguido la aspersión de los fieles con el agua bendita.

Por la tarde, la comunidad franciscana de la Custodia, guiada por el vicario custodial, fray Artemio Vítores, ha acompañado a S. E. Mons. Kamal Batish, obispo auxiliar emérito del patriarca latino de Jerusalén, que ha realizado el ingreso solemne en la Basílica del Santo Sepulcro y ha presidido la procesión solemne, en presencia de los frailes y de buen número de fieles. Por la noche, ya tarde, a partir de las 00.30 h (las 23.30 h según la hora solar, que es la que rige en la Basílica del Santo Sepulcro), se ha realizado la celebración pontifical de la Liturgia de las Horas ante el edículo del Santo Sepulcro, presidida por el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, con la participación del vicario custodial, del guardián del Santo Sepulcro, fray Fergus Clarke, de una amplia representación de la familia franciscana y de un numeroso grupo de fieles, religiosos y laicos.



Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de la Vigilia Pascual de Stefano Dal Pozzolo
Fotos de la Procesión solemne y de la Liturgia de las Horas de fray Giorgio Vigna