Exaltar la Cruz, ¿un desafío a la razón humana? | Custodia Terrae Sanctae

Exaltar la Cruz, ¿un desafío a la razón humana?

“La cruz será siempre un desafío a la razón humana, y el sufrimiento una de las causas del ateísmo”. Partiendo de esta constatación, Fray Artemio Vítores, Vicario de la Custodia de Tierra Santa, quien ha presidido la celebración de la Exaltación Santa Cruz en el Calvario, este 14 de septiembre, ha recordado también a los fieles presentes que, según la “Declaración sobre las religiones no cristianas” del Concilio Vaticano II, “es un deber de la Iglesia, en su predicación, anunciar la Cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia” (Nostra Aetate, 4), ya que - ha subrayado – la Cruz es el centro de nuestra fe”. Y ha proseguido Fr. Artemio, citando a San Cirilo de Jerusalén: “No te avergüences de confesar la cruz… Podríamos avergonzarnos si, una vez crucificado y puesto en el sepulcro, hubiera quedado encerrado en él; pero Él, después de haber sido crucificado aquí sobre el Gólgota, subió al cielo”. (Catequesis bautismal XIII, 36, La Cruz).

Aquí, en Jerusalén, en la Basílica de la Resurrección y en la fiesta de la Exaltación de la Cruz, los fieles presente pueden experimentar en sumo grado que la cruz no ha tenido la última palabra. “Hoy, aquí en el Gólgota, hemos entendido el valor de la muerte de Cristo en la Cruz: su amor crucificado ha sido nuestra salvación”, ha dicho aún el Vicae.cio Custodial. Este escándalo para los judíos, esta locura para los paganos ha sido vencida. La tumba está vacía, Cristo ha resucitado.
Contemplando una reliquia de la “Vera Cruz”, lo que la asamblea ha exaltado ha sido un trofeo. Este trofeo ha sido expuesto a veneración de la gente, después de la procesión que ha llevado a todos los fieles desde el Calvario hasta el altar de María Magdalena. Un trofeo que, a menudo, es difícil de llevar, porque no es suficiente que esté colgado en nuestro cuello: debemos aceptar con alegría que sea un peso para nuestras espaldas. El Señor nos invita a seguirlo, llevando nuestra cruz cada día, como dice Pedro: “Cristo sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas” (1Pe 2,21). “Este yugo es dulce y mi carga ligera” (Mt 11,30), dice Jesús y Él nos anima: “¡ánimo! Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

La celebración ha llegado a su fin con la misma atmósfera de alegría contenida y participativa que la había caracterizado desde su comienzo, a pesar del número considerable de fieles que han tomado parte en ella.

MAB