«Estamos unidos y nuestra herida es una»: oración por los cristianos de Oriente | Custodia Terrae Sanctae

«Estamos unidos y nuestra herida es una»: oración por los cristianos de Oriente

Con el grave sonido del tambor de fondo, una cruz negra ha atravesado la iglesia de Santiago de Beit Hanina. Este viernes por la tarde, primero de agosto, la iglesia estaba a reborsar. Más de 500 personas, entre ellos muchos jóvenes y familias, han respondido a la invitación de la parroquia latina de Jerusalén: «Venid a rezar por la paz y por vuestros hermanos perseguidos de Oriente». Detrás de la cruz negra de los mártires, dos palomas y un cartel en el que -junto a las banderas siria, iraquí y palestina- se podía leer: «Estamos unidos y nuestra herida es una».
En ese clima de oración que se está difundiendo, día tras día, en Oriente Medio y en el mundo, Mons. Shomali, rodeado por fray Firás y fray Haizam, ha presidido la misa por esta particular intención. En señal de unidad y solicitud de toda la Iglesia, también el nuncio apostólico, Mons. Giuseppe Lazzarotto, ha participado. La oración se ha vivido con el fervor y los cantos del Jerusalem Knights Choir. En su homilía, Mons. Shomali se ha negado a hablar de política: «Vengo a hablaros de misericordia y de paz», ha anunciado. Retomando las palabras del papa Francisco en Yad Vashem el mes de mayo pasado ha invitado a la asamblea a reflexionar sobre el desastre del odio. Si Dios es miseridordioso, Jesús ha venido a mostrar al hombre que tal misericordia debe ser suya. Y si queremos ser intransigentes, empezamos con nuestro pecado y nuestra negativa a mirar al prójimo como a un hermano, aunque durante un tiempo sea nuestro enemigo. «Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia», ha concluido Mons. Shomali. La sensibilidad a la miseria y al sufrimiento es fundamental, pero no hay paz sin perdón. Esta ha sido su duro mensaje.
Al término de la celebración, el padre Firás ha invitado a los fieles a adorar la Eucaristía, este mismo Santísimo Sacramento que repelió el ataque de los sarracenos al convento de San Damián en Asís, en 1241. «Enferma, santa Clara se levantó; rezó y, aferrando el ostensorio, lo presentó a los agresores, que cayeron ciegos y huyeron». La vigilia ha concluido con estas palabras que invitaban a los presentes a una oración profunda y al valor: «He venido para mostrar mi solidaridad a mis hermanos cristianos; no les conozco, pero sé lo que es perder gente querida en una guerra. Ante la impotencia, nos queda la oración», ha compartido con nosotros Náder, fiel de Beit Hanina. Más allá, Rula, rodeada por sus hijos, nos da su testimonio: «Esta noche he venido para decir a mis hijos que ser cristiano es formar parte de una gran familia, que va más allá de nuestra parroquia y que los palestinos no somos los únicos que sufrimos». Un mensaje que el papa Francisco, por su parte, no deja de lanzar: «En algunos países asesinana a los cristianos porque portan una cruz y llevan una Biblia, y antes de matarles no les preguntan si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos. La sangre está mezclada. Para los que matan, somos cristianos. Este es el ecumenismo de la sangre» (diciembre de 2013).
Fray Haizam, de nacionalidad iraquí, se hace eco de este ecumenismo de la sangre: «Mi corazón está herido, por no decir traspasado. Pero no me siento solo, porque estoy rodeado por mi parroquia palestina. La vigilia de esta noche me afecta; ha sido organizada por la juventud franciscana; está en marcha una verdadera dinámica del corazón y de la oración. ¡Qué pueda ser oída!».

E.R