En Belén, el recuerdo de la matanza de los inocentes ordenada por Herodes | Custodia Terrae Sanctae

En Belén, el recuerdo de la matanza de los inocentes ordenada por Herodes

Ningún dolor trastorna y pone a prueba la fuerza de nuestra sensibilidad humana y de nuestra fe tanto como el dolor inocente. Humanamente insostenible. La Sagrada Escritura y la fe de la Iglesia, sin embargo, nos garantizan que ninguna lágrima se vierte sin que tenga un valor inestimable a los ojos de Dios. Tan valiosa fue la sangre de los niños que fueron masacrados en Judea por la locura egoísta de Herodes, y tan intenso el grito de las lágrimas de sus madres y sus padres que, hoy, celebramos a esas víctimas inocentes con los gloriosos títulos de la santidad y del martirio.

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El 28 de diciembre la Iglesia recuerda la masacre de los niños de Belén, ordenada por el rey Herodes en su intento de matar a Jesús, como narra el evangelio de Mateo (2, 1-16).  Tres días después de la Navidad, los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa conmemoraron este episodio bíblico precisamente en la gruta de los santos inocentes, unida a través de un pasadizo a la de la Natividad en Belén.

Allí, donde probablemente se encontraba una fosa común, la tradición sitúa la tumba de los santos inocentes. A pocos metros se encuentra la gruta de San José, lugar donde el ángel habló en sueños a José para pedirle que huyera a Egipto y salvara a Jesús de la furia de Herodes. Sobre el altar de San José, el vicario de la Custodia de Tierra Santa, fray Dobromir Jasztal, presidió la misa dedicada a la conmemoración de los santos inocentes. Estaba presente también la fraternidad franciscana de Belén, incluido el guardián del convento de la Natividad, fray Enrique Segovia Marí, junto con algunos fieles y religiosos locales.

“La celebración de la fiesta de los Santos Inocentes, que recordamos en este lugar tan cercano al del nacimiento de nuestro Salvador, de forma muy elocuente, refleja precisamente la vida de quien rechaza a Jesús – y la vida de quien lo acoge – dijo fray Dobromir Jasztal en su homilía.  Herodes no se une ni a los pastores ni a los magos para buscar a Jesús y alegrarse por su nacimiento. Permanece en las tinieblas de su corazón y provoca destrucción. La muerte de los inocentes decretada por Herodes revela la maldad del pecador, que siembra odio y muerte, mientras el amor del justo inocente como Jesús trae frutos de vida y salvación.

El vicario de la Custodia de Tierra Santa subrayó que el camino de nuestra vida siempre está acompañado de luces y sombras, cuyo origen puede ser externo, como pandemias o guerras, o interno, como la maldad humana.  “Herodes vive y muere en la oscuridad, sin ver jamás la luz verdadera – continuó fray Jasztal –. María y José cumplen la voluntad de Dios, recibida con tanta generosidad, y la llevan a término. Jesús es la luz que viene al mundo e ilumina la vida de todos los que están dispuestos a recibirlo, hasta llegar también a nosotros, para hacernos escoger entre caminar en la luz o dejarnos vencer por las tinieblas”. El vicario de la Custodia de Tierra Santa concluyó con una oración: “Por intercesión de los Santos Inocentes roguemos al Señor para que nos dé siempre la fuerza para liberarnos de nuestro egoísmo y el valor para ver en cada ser un hermano al que amar y no una amenaza a la que temer”.


 

Beatrice Guarrera