El verdadero rostro del fraile: Santa misa en memoria de fray Giovanni Battistelli en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

El verdadero rostro del fraile: Santa misa en memoria de fray Giovanni Battistelli en Jerusalén

Iglesia parroquial de San Salvador, Jerusalén. 6 de noviembre de 2011

El domingo 6 de noviembre se ha celebrado, con la presencia de sus familiares, en la iglesia parroquial de San Salvador la santa misa solemne en recuerdo de fray Giovanni Battistelli, Custodio de Tierra Santa entre los años 1998 y 2004 y que falleció el pasado 20 de octubre en el convento franciscano de Montefalco, Italia, a la edad de 77 años. La ceremonia ha estado presidida por el actual custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, y junto a él como concelebrantes estaban fray Artemio Vítores, vicario custodial, y fray Simon Hirro; en la misma han participado muchos miembros de la comunidad franciscana de Tierra Santa y numerosos fieles de la comunidad cristiana local de lengua árabe, que han llenado la iglesia y que, en su mayoría, conservan vivo el recuerdo de los gestos y obras de fray Giovanni Battistelli en el transcurso de sus muchos años en Oriente Medio y Tierra Santa. También han tomado parte en la celebración los padres Jirayr Tashyian y Koryoun Baghdasaryan, sacerdotes de la Iglesia armenia de Jerusalén.

La santa misa, celebrada en latín y árabe y acompañada de sugerentes cantos, se ha desarrollado en un clima de profundo recogimiento y gran participación. En el curso de su homilía, fray Simon Hirro ha hablado de la figura de fray Giovanni, destacando sus grandes cualidades humanas, culturales y pastorales, que han sido la base de su preciosa contribución ofrecida a la Orden franciscana y a la vida cristiana en Tierra Santa. En particular, ha recordado algunas de las importantes iniciativas de carácter social llevadas a cabo por fray Giovanni Battistelli, como, por ejemplo, la puesta en marcha de las escuelas dominicales, la introducción de los campamentos junto a Acre para niños procedentes de familias con problemas económico-sociales, el apoyo a las actividades culturales, al teatro y a la música, la atención a los caminos de crecimiento vocacional, su cercanía y la ayuda concreta a los más necesitados, especialmente cuando, en los años ochenta, asumió el cargo de director de la Casa Nova franciscana de Jerusalén. «Él –sigue diciendo fray Simon- nos ha revelado el verdadero rostro del fraile, trabajando de forma concreta para acercar a la gente a la Iglesia y a los franciscanos y abriendo los conventos al contacto directo e inmediato con las personas y sus preocupaciones».

Cuando, en mayo de 1998, pocas semanas después de ser nombrado custodio de Tierra Santa, en el curso de una entrevista le preguntaron cómo pensaba afrontar los problemas que ciertamente encontraría en su misión en este difícil contexto, fray Giovanni respondió que confiaba en la ayuda de la Virgen y la colaboración de sus hermanos.

En los años más recientes ha seguido siendo una figura relevante en la vida de la Custodia, un hombre que ha sabido vivir, iluminado por la fe y guiado por su alto espíritu de caridad, algunos de los eventos más significativos de la historia reciente de Tierra Santa: desde 1978, cuando el presidente egipcio, Anwar al-Sadat, firmó el primer acuerdo de paz de un país árabe con el Estado de Israel, a la polémica por el proyecto de construcción de una mezquita junto a la Basílica de la Anunciación en Nazaret; desde la peregrinación a Tierra Santa del papa Juan Pablo II en el año 2000, al estallido de la segunda intifada, con las tensiones y violencia que la distinguieron. Un modelo luminoso de vida y un ejemplo perseverante de vocación franciscana que, a través de numerosos y prestigiosos cargos comunitarios y administrativos, pastorales, culturales y de enseñanza, ha servido a la Iglesia y a la Custodia de Tierra Santa durante más de 50 años.

Al finalizar la ceremonia de conmemoración, las autoridades, amigos y todos los participantes han podido mostrar sus condolencias al custodio y a la familia del difunto en la sala parroquial de San Salvador.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marco Gavasso