
En la llamada "ciudad de Jesús", Cafarnaúm, la comunidad franciscana de Tierra Santa, junto con los fieles locales, celebró la entrada solemne del Custodio, fray Francesco Ielpo.
Durante la Misa en la Casa de Pedro, el Custodio propuso una reflexión sobre el Evangelio de la resurrección de la hija de Jairo y la curación de la mujer que sufría hemorragias (Lc 8,40-56), entrelazando el relato evangélico con el significado espiritual del lugar.

"Jesús vuelve a Cafarnaúm, la ciudad que ya se ha convertido en su casa."
Con estas palabras fray Francesco Ielpo abrió su homilía durante la celebración del 11 de octubre de 2025 en Cafarnaúm, a orillas del lago de Galilea.
El Custodio recordó que Cafarnaúm no es solo un lugar geográfico, sino un signo de acogida y de comunión:
"Jesús no tiene una casa fija, se mueve continuamente para anunciar el Reino de Dios, pero siempre vuelve a Cafarnaúm, como quien regresa entre amigos, a un lugar de acogida y afecto."
Y añadió:
"Cafarnaúm es la ciudad de sus discípulos, de los primeros que llamó a seguirlo, de sus amigos. Es la ciudad donde se respira la familiaridad con el Maestro, donde uno se siente parte de una misma historia de fe. Podríamos decir que donde hay amigos de Jesús, allí está su ciudad."
De ahí, la invitación a hacer de nuestras comunidades y familias lugares donde Cristo pueda habitar:
"Nuestras comunidades, nuestras familias, nuestros corazones también pueden convertirse en 'Cafarnaúm', la ciudad de Jesús, si en ellos hay espacio para su presencia, para su palabra y para su amistad."

El comentario de fray Ielpo al Evangelio de Lucas (8,40-56) se centró en dos episodios unidos por un vínculo profundo: la resurrección de la hija de Jairo y la curación de la mujer que desde hacía doce años sufría pérdidas de sangre.
"Doce años, la misma edad de la niña y la duración de la enfermedad de la mujer. Una vida que nace y una vida que se apaga. Dos historias que se tocan como dos hilos entrelazados: una muchacha que muere y una mujer que lentamente se consume, perdiendo sangre, es decir, perdiendo vida."
El Custodio subrayó la fuerza del gesto de la mujer, que se acerca en silencio y toca el borde del manto de Jesús:
"No se atreve a hablar, no se atreve a mirar a Jesús a la cara. Sabe que la ley le prohíbe tocar a un hombre, y más aún a un maestro, porque es impura. Sin embargo, no se detiene ante nada: tiene un solo deseo en el corazón, vivir."
Ese toque, explicó, es un acto de fe sencillo y profundo:
"Un pequeño gesto, casi invisible, pero lleno de fe. Y en ese instante su vida cambia, la sangre se detiene, la vida vuelve."

"Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz."
Fray Ielpo invitó a los presentes a detenerse en estas palabras:
"Jesús no dice 'te ha curado', sino 'te ha salvado'. La salvación es algo más profundo que la curación: es la vida recobrada, la comunión restablecida, la fe que se convierte en relación con Dios."
El Custodio recordó que la fe no elimina la fragilidad humana, sino que la transforma:
"También nosotros, muchas veces, perdemos vida, cada vez que nos dejamos vencer por el pecado, la indiferencia, la falta de amor. Pero el Señor sigue pasando junto a nosotros. Basta con tener el valor de tocar el borde de su manto, es decir, acercarnos a Él con fe, aunque sea con un pequeño gesto de confianza, y su gracia puede renovarnos."
Un mensaje válido para todo creyente:
"No importa cuán grande sea nuestra herida o nuestra debilidad: si nos confiamos a Jesús, la fe nos salva. Esto es lo que realmente importa: no solo la curación, que puede no llegar, sino la salvación, la vida nueva que nace del encuentro con Cristo."

Para concluir, el Custodio recordó el sentido actual de este lugar evangélico:
"Hoy Jesús también vuelve entre nosotros, en nuestra Cafarnaúm. Vuelve a su Iglesia, entre sus amigos, para devolver la vida, la fuerza y la esperanza a quienes la han perdido. Dejémonos tocar por Él, y sobre todo, atrevámonos a tocarlo nosotros: con fe, con el deseo de vivir, con la confianza de que solo Él puede darnos paz."

La celebración, con la participación de frailes, fieles y peregrinos, expresó el vínculo entre la Custodia de Tierra Santa y los lugares evangélicos, donde la Palabra sigue hablando con la misma fuerza de hace dos mil años.
En Cafarnaúm, la "ciudad de Jesús", la comunidad renovó su vocación de ser casa y signo de fe viva en el corazón de Galilea.
Francesco Guaraldi
