El coro africano de la iglesia de San Antonio de Jaffa | Custodia Terrae Sanctae

El coro africano de la iglesia de San Antonio de Jaffa

Todos los viernes por las tardes se reúne el coro africano en la casa de Francis, el director, para preparar los cantos que se interpretarán en la misa del sábado, a las 11:00 h. Los miembros del coro son una docena y entre ellos hay algunas mujeres de Kerala. Hace algunos años la comunidad africana católica de Jaffa era más numerosa que hoy y el coro tenía un gran número de participantes.

La sala donde ensayan no es otra que la habitación que Francis comparte con otros hermanos africanos y que durante el día sirve de guardería para los niños africanos y filipinos de la zona de la estación central de autobús de Tel Aviv. La guardería está dirigida por Charlotte, la mujer de Francis.

Una bolsa de plástico de color celeste contiene, igual que si se tratara de un coro respetable, las carpetas con los cantos, un poco arrugadas de tanto uso. Se espera que vengan todos. Vienen a ensayar después de seis días de duro trabajo. Cansados, pero contentos. Como buenos cristianos, empiezan con la oración: un padrenuestro, avemaría y gloria. No tienen ningún instrumento musical. Francis lleva el ritmo golpeando con su mano derecha sobre un libro que sujeta con la izquierda. Los cantos se escuchan una y otra vez y así se aprenden, cantándolos con los que ya los conocen.

Cuando se produce un error, o alguien desafina, Charlotte –que coge en sus brazos al bebé más joven- alza su voz potente de soprano y llama a todos al orden. Es el coro de los pobres: rico en fe y alegría.
Los ensayos terminan con una oración de acción de gracias. Algunos se quedan para asistir a la oración comunitaria de vísperas. La mayor parte vuelve a su casa para preparar la comida festiva del sábado, para cocinar y congelar la comida de la semana siguiente. El ritmo de trabajo de los días laborables no deja tiempo para preparar cada día la comida.

El sábado por la mañana van todos a la iglesia. Los responsables preparan los címbalos y el tambor. Cuando todo está listo, los miembros del coro se ponen el uniforme. El coro precede procesionalmente al sacerdote y a los acólitos, marchando desde el fondo de la iglesia hacia el altar mayor mientras interpretan el canto de entrada acompañados por los movimientos del ligero ritmo de una danza africana. Mientras tanto, los encargados distribuyen los cantorales con los himnos -traídos a propósito desde Ghana- a todos los demás fieles (indios, europeos y filipinos). Todos cantan. El objetivo del coro es animar la liturgia sin que los fieles olviden su deber de participar en el canto.

¡Esta comunidad es capaz de permanecer cantando en la iglesia horas y horas manifestando su acción de gracias al Señor con himnos de alegría! Es el sacerdote quien decide limitar un poco los tiempos. La misa dura casi dos horas, pero para esta gente es el momento en el que se sienten totalmente libres e hijos de un Padre bueno que les ama.

Al final de la misa el coro acompaña al sacerdote hasta la sacristía, donde les recibe con una bella bendición y unas palabras de agradecimiento y ánimo. Después, todos vuelven a sus casas felices y contentos de haber servido al Señor y a la Iglesia.

fray Arturo Vasaturo ofm
Jaffa