Domingo de Ramos en Jerusalén: signo de fe y esperanza | Custodia Terrae Sanctae

Domingo de Ramos en Jerusalén: signo de fe y esperanza

La Semana Santa de 2021 en Jerusalén se inauguró el 28 de mayo con la procesión y la misa solemne del Domingo de Ramos en el Santo Sepulcro. La celebración, presidida por el Patriarca Latino monseñor Pierbattista Pizzaballa, contó con la participación de una asamblea de fieles locales: un signo de esperanza en el regreso a la vida normal, después del año pasado en que, debido a la emergencia sanitaria, la liturgia del Domingo de Ramos en el Santo Sepulcro se llevó a cabo a puerta cerrada.

En el interior del santo Edículo, donde se encuentra el sepulcro donde Jesús fue enterrado y resucitó, monseñor Pierbattista Pizzaballa bendijo las palmas y las ramas de olivo que después se distribuyeron entre los fieles. El día en que se conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén ante la multitud que le aclamaba con Hosannas, también en el Santo Sepulcro la asamblea agitó palmas y ramas de olivo durante la procesión que dio tres vueltas alrededor del edículo, entre cantos y el sonido del órgano.

Después fue el momento de la misa pontificia, en la que tres frailes de la Custodia de Tierra Santa cantaron la Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Monseñor Pizzaballa quiso guardar un minuto de silencio tras la proclamación del Evangelio que narra los últimos momentos de sufrimiento de Jesús, antes de su muerte.

“La Semana Santa se llama también de Pasión, por eso es una semana en la que nos unimos en oración a todas las personas que no pueden participar, que están sufriendo a causa del coronavirus o de otras formas de sufrimiento – declaró monseñor Pizzaballa al final de la celebración –. Pero debemos recordar que, el Domingo de Ramos, aclamamos a Jesús como Cristo, como nuestro Rey, como hijo de David. Decimos Hosanna. No debemos olvidar que, más allá del sufrimiento y el dolor, también hay presencia de consuelo”. El Patriarca recordó después a los fieles no presentes: “Tenemos una gran parte de la diócesis que todavía está viviendo una situación dramática debido al coronavirus: estoy pensando en Palestina y Jordania. Sin embargo, tenemos que alegrarnos de que, al menos en Jerusalén, podemos celebrar de una manera casi normal”.

La entrada de Jesús en Jerusalén se recuerda cada año en Tierra Santa con una gran procesión que rememora los pasos de Jesús desde la iglesia de Betfagé en el Monte de los Olivos. Los habitantes de Jerusalén pudieron repetir este gesto una vez más, después del triste parón del año pasado, que obligó a cancelar la procesión.  La procesión se llevó a cabo con un número reducido de participantes pero, según monseñor Pizzaballa, “era importante hacerla, importante para mostrar signos de normalidad y de confianza en la recuperación de la vida normal”.

De acuerdo con las disposiciones locales, para asistir al que es uno de los eventos públicos cristianos más importantes para Jerusalén, fue necesario distribuir la gente en pequeños grupos de cincuenta personas. Abrieron la procesión los scout locales latinos, seguidos por el párroco de Jerusalén, algunos alumnos de las escuelas, los feligreses, los grupos de pastoral de emigrantes (entre ellos, muchos procedentes de India Filipinas, Sri Lanka y varios países de África), los religiosos y los seminaristas. Cerrando el cortejo iban los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, el Patriarca Latino monseñor Pierbattista Pizzaballa, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, y el nuncio apostólico, monseñor Leopoldo Girelli.

Al bajar desde el Monte de los Olivos hacia la ciudad, el Patriarca Latino hizo una parada en el santuario del Dominus Flevit, que se alza en el lugar donde Jesús miró a Jerusalén y lloró sobre ella (Mt 24; Mc 13 e Lc 21.). Desde allí, monseñor Pizzaballa impartió una bendición especial sobre la ciudad de Jerusalén, repitiendo el gesto que realizó el año pasado.

“Hace poco vinimos al Dominus Flevit para rezar sobre nuestra Ciudad Santa y bendecirla con la reliquia de la cruz – explicó el Patriarca al finalizar la procesión, antes de entrar en la Ciudad Vieja –. Para nosotros, los creyentes, la cruz es signo de victoria, de amor, de redención y perdón. Esto es lo que cada uno de nosotros necesita y lo que necesita nuestra ciudad, Jerusalén. Nuestra Iglesia tiene una misión: rezar por la paz de Jerusalén. Todos los creyentes pueden encontrar aquí su hogar porque Jerusalén es casa de oración para todos, como dice la Biblia. Hoy nos comprometemos como Iglesia de Jerusalén a rezar por la redención de esta ciudad, por nuestra comunidad que debe ser la primera en dar testimonio de amor, redención, perdón y victoria”.

El Patriarca Latino destacó la importancia de dar gracias a Dios por la posibilidad de celebrar el Domingo de Ramos y oró así: “Señor Jesús, tú que con tu Santa Cruz redimiste al mundo, bendícenos a nosotros y a todos los habitantes de nuestra ciudad, danos un corazón capaz de amar con tu mismo amor y haznos dignos testigos de tu resurrección”.

 

Beatrice Guarrera