Dios nos pide que transfiguremos nuestros corazones | Custodia Terrae Sanctae

Dios nos pide que transfiguremos nuestros corazones

Varios centenares de personas han subido por el sinuoso camino del monte Tabor en la solemnidad de la Transfiguración de Jesús. De Jerusalén, Nazaret, Acre o incluso de los santuarios de Galilea, numerosas parroquias latinas se han reunido para regenerar su fe. Aunque no aparece mencionado en el Nuevo Testamento (el texto habla solo de “montaña”), la tradición cristiana ha identificado, muy pronto, el Tabor como el lugar donde ocurrió la Transfiguración. Después, las investigaciones arqueológicas han ido poniendo en evidencia la existencia de un santuario que se remonta al siglo cuarto. Y, desde entonces hasta hoy, hay solo un paso. “Es hermoso para nosotros estar aquí”, proclamó entonces Pedro a Jesús; del mismo modo, el custodio de Tierra Santa, que ha presidido la celebración, ha acogido a los fieles.
“Jesús concedió el privilegio de su transfiguración a sus apóstoles. Oso decir que también hoy nosotros hemos sido elegidos y llamados para venir a este lugar. Es importante saber leer nuestra presencia como algo escrito en los planes del Señor”. Con estas palabras, fray Amyad Sabara ha comenzado su homilía. Ha resumido el significado de esta fiesta con la exhortación: “¡Escuchadlo!”, porque es escuchando al Señor como sabremos comenzar, ya desde hoy, nuestra propia transfiguración. Una transfiguración cristiana que el párroco de Nazaret ha presentado no solo como un deber sino como una orden: “La voz que escuchamos no es, para nosotros, bautizados, solo una invitación o una propuesta, es una orden para nuestro bien. Es una necesidad para ser hijos de Dios. Y el Señor confía en nosotros”. Porque el 6 de agosto, además de ser la fiesta del esplendor divino de Cristo, es también un tiempo importante de fortificación de la esperanza de la Iglesia. Dios nos recuerda que Él pone toda su fe confiada en el Hijo amado y, a través de Él, en el hombre.
Ya que la celebración ha sido retransmitida en directo por Télé Lumière (Nour TV), la homilía se ha traducido a varias lenguas. En la conclusión de esta rica liturgia que ha llevado a los frailes en procesión hasta el lugar en el que Jesús pidió a sus discípulos que “bajaran de la montaña” (capilla del Descentibus), todos los fieles han sido generosamente invitados a compartir un apetitoso aperitivo preparado por los jóvenes de la Asociación Mundo X (fundada en 2006 por los franciscanos para ayudar a algunos jóvenes necesitados de reinserción profesional).
Ante la magnífica panorámica de los verdes campos de cultivo de Galilea, todos han podido disfrutos de este momento de fraternidad y convivencia. La jornada, para algunos, ha continuado con la visita al Tabor y para otros con excursiones o incluso tiempos de oración. Las parroquias de Jerusalén y Beit Hanina han disfrutado de una pequeña travesía por el lago de Tiberíades, al ritmo del dabké oriental. Una preciosa ocasión, muy apreciada, para evadirse de la triste y pesumbrosa realidad. “Oh María, cuando no encontramos más palabras para rezar, cuando nuestros ojos se nublan por nuestras creencias equivocadas, con Jesús, tu hijo, con el Padre y el Espíritu, ven a transfigurar nuestras almas, ven a encender en nosotros los resplandores de la fe” (Santo Rosario, cuarto misterio luminoso).
E.R