Del Cenáculo a Getsemaní, continúa el Jueves Santo | Custodia Terrae Sanctae

Del Cenáculo a Getsemaní, continúa el Jueves Santo

Jerusalén, 21 de abril de 2011

Peregrinación al Cenáculo: el Custodio lava los pies a los niños de la parroquia

El lugar en el que la tradición sitúa la institución de la Eucaristía se encuentra al sureste de Jerusalén. Los frailes de la Custodia de Tierra Santa se dirigen hacia él en procesión pasando por la Puerta de Sión, atravesando las calles de la ciudad en esta tarde llena de gente, entre las miradas de los peregrinos que se unen a la procesión y la curiosidad de los turistas que se limitan a observar.

A lo largo del recorrido se mezclan con numerosas familias judías que pasean, en esta tarde también festiva para ellos -son los días de la Pascua judía- y se dirigen hacia el edificio en el que los cristianos hacen memoria de la Última Cena de Jesús y que ellos también veneran pues allí localizan la Tumba de David.

Este lugar es importante para los franciscanos pues aquí se establecieron por primera vez, a mediados del siglo XIV, siendo después expulsados por los musulmanes, en 1551. Los distintos conflictos entre palestinos e israelíes del siglo pasado entregaron finalmente el edificio del Cenáculo a los judíos de tal forma que, aunque se permite la entrada a los peregrinos, los oficios religiosos de los cristianos están limitados a unas pocas ocasiones especiales. El Jueves Santo es una de ellas, así que a la “peregrinatio” del padre Custodio y de los frailes se le añade un significado intenso y especial.

La sala en donde la tradición sitúa la Última Cena está en la planta superior y la fila de fieles sube lentamente mientras que los cristianos de todas partes del mundo se apretujan, unos con otros, dejando espacio al frente a fray Pierbattista Pizzaballa, el Custodio, y a doce niños de la parroquia de Jerusalén que serán los protagonistas del rito del lavatorio de los pies.

De hecho, aquí -poco tiempo antes de ser capturado, arrestado y condenado a muerte- Jesús lavó los pies de sus apóstoles. “Si yo, el Señor y Maestro, os he lavado a vosotros los pies -nos dice el evangelio de san Juan, que los fieles escuchan en silencio dentro y fuera del Cenáculo-, también vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros”.

Después, se recuerda la institución de la Eucaristía y el Mandamiento nuevo de Jesús -“Como yo os he amado, amaos los unos a los otros”. Los textos de los evangelios de Marcos y Juan se proclaman en inglés y en árabe. “Cada uno en su lengua, y en voz alta”, así pide el padre Custodio que se rece finalmente el padrenuestro, antes de que la procesión salga de nuevo del Cenáculo hacia la iglesia de Santiago el Mayor y la Capilla de los Arcángeles, de los armenios. “Este lugar es, según se cree, la casa de Anás y Caifás -explica el vicario custodial, fray Artemio Vítores-. Pero es también el lugar en el que los franciscanos fueron acogidos por los armenios después de haber sido expulsados del Cenáculo. Rezamos también por ellos”.
La última etapa, antes de volver a San Salvador, es la Capilla de San Marcos, de los siríacos.





Hora Santa en Getsemaní, en la Basílica de la Agonía


La jornada del Jueves Santo en Jerusalén es larga y llena de citas. Cuando cae la tarde, el lugar elegido por los cristianos latinos como meta es en el que Jesús pasó las horas previas a su captura, donde recibió de Judas el beso de la traición, donde fue capturado y, después, conducido hacia su condena a muerte. En Getsemaní esta tarde se vela la Hora Santa, se reza con el Hijo de Dios en multitud de lenguas: latín, español, italiano, árabe, inglés, alemán, francés, polaco, portugués y hebreo.

Se conmemora, con el evangelio, el canto y los salmos, el momento en el que Jesús anuncia a un Pedro incrédulo que le negará tres veces, la oración al Padre -“Si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”- y el arresto.

De pie, de rodillas, sentados. La gran Basílica de la Agonía, con los frescos del techo llenos de estrellas, está llena de fieles. Muchos de ellos, por falta de espacio, se han quedado fuera mientras la tarde se va haciendo, poco a poco, más fría y, desde el cielo, comienza a caer la lluvia.

El Custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, se inclina -como hiciera poco tiempo antes en el Cenáculo para lavar y besar los pies de los niños- para besar la piedra de Getsemaní, recubierta de pétalos rojos. Aquí, dice la tradición cristiana, el Salvador derramó gotas de sangre, por la noche, entre los olivos que aún hoy, milenarios, acogen a los peregrinos invitándoles al silencio y a la oración.


Texto de Serena Picariello
Fotos de Marco Gavasso





Procesión a San Pedro en Gallicanto

La Basílica de Getsemaní no ha podido dar cobijo a la gran multitud de fieles que ha venido para celebrar la Hora Santa, por eso muchos de ellos han seguido la celebración en el exterior, gracias a la megafonía. Algunos rezaban, otros díscutían y la alegría de los jóvenes de la parroquia era evidente. Hacia las 22:30 h., la procesión empezó a ponerse en marcha. La lluvia, caída de forma discontínua durante la vigilia, desanimó a algunas personas, pero ha sido una hermosa procesión que ha atravesado el Valle del Cedrón. Mientras algunos no habían salido aún de Getsemaní, los primeros ya habían llegado a los muros de la Ciudad Vieja.

La marcha estuvo acompañada por cantos y oraciones en árabe. La circulación se detuvo para permitir el paso de la procesión, de tal forma que muchos judíos que salían de la oración en el Kotel (Muro de las Lamentaciones) vieron pasar ,no sin estupor, esta procesión de fieles árabes en oración.

Una vez llegados a San Pedro en Gallicanto continuó la oración, se leyó después el Evangelio y se hizo silencio. Los fieles se fueron dispersando poco a poco. Algunos siguieron en silencio.
La lluvia cae de nuevo. El gallo aún dormía


Texto y fotos de Marie Armelle Beaulieu