Dedicación del Santo Sepulcro, lugar de culto por excelencia | Custodia Terrae Sanctae

Dedicación del Santo Sepulcro, lugar de culto por excelencia

Cada 15 de julio, en toda la diócesis de Jerusalén, se conmemora el día en el que la basílica «cruzada» del Santo Sepulcro fue consagrada como edificio religioso. Así como la Iglesia se reúne todos los 9 de noviembre con ocasión de la dedicación de la basílica del Laterano, las parroquias y las distintas órdenes católicas latinas presentes en Tierra Santa celebran la dedicación del Santo Sepulcro. Así, igual que todas los días a primera hora de la mañana los franciscanos cantan la misa ante la tumba de Cristo, la Iglesia latina de Jerusalén se ha unido hoy a la comunidad franciscana para celebrar este aniversario.

La dedicación se remonta al año 1149, cuando los cruzados consagraron el altar y aspergieron con agua bendita la basílica apenas construida. Fray Stéphane ha recordado: «Nosotros no celebramos la gloria de los cruzados. Cuando, en el siglo XIV, los franciscanos llegaron y comenzaron el servicio en el Santo Sepulcro, se asentaron en el país con sus valores y sus métodos de acción, es decir, el respeto al prójimo, el diálogo y la perseverancia. Esta dedicación recuerda el objetivo principal de la basílica: celebrar el culto; un culto al que son convocados los cristianos del mundo entero».

Estando el custodio de Tierra Santa de visita pastoral en Siria y Chipre, ha presidido la celebración su vicario custodial, fray Dobromir Jasztal. En su homilía, fray Dobromir ha recordado que durante los siglos ha habido varias dedicaciones. Los cristianos ortodoxos, por ejemplo, el 14 de septiembre conmemoran la dedicación de la basílica bizantina de Constantino. «Varias dedicaciones, varias basílicas pero una única tumba y un gran misterio. Esto es lo esencial», ha proclamado. Tanto el peregrino como el parroquiano, quien reza en el Santo Sepulcro se convierte en «testigo de la resurrección», ha concluido.

Todos los días en el Santo Sepulcro, este misterio de Jesús se celebra en distintas lenguas y ritos, definidos por el Statu Quo de 1842. Un culto que a veces «incomoda» o, al menos, sorprende a la asamblea impaciente de peregrinos que desean entrar en la tumba, desplazarse velozmente de una capilla a otra o, simplemente, rezar piadosamente en silencio. La dedicación del Santo Sepulcro recuerda que el culto «público» tiene prioridad sobre los deseos «privados» de cada uno, un tiempo precioso de encuentro en el que Dios renueva su alianza con su pueblo.

E.R