
El 15 de julio, los frailes de la Custodia de Tierra Santa celebraron la solemnidad de la Dedicación de la Basílica del Santo Sepulcro, en el corazón de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Esta es una fiesta central para el cristianismo, que conmemora la consagración del altar de la Basílica en 1149 por parte de los cruzados, pero que también tiene un valor muy actual hoy en día.
Durante la homilía, pronunciada por fray Ibrahim Faltas, Vicario de la Custodia de Tierra Santa, emergieron con fuerza las dimensiones espirituales y sociales de la celebración. "Hoy celebramos una fiesta que es mucho más que una conmemoración histórica", dijo fray Faltas. "Es una celebración viva, actual, que nos habla hoy, aquí, en el corazón de nuestra Tierra Santa."
El Santo Sepulcro, recordó, no es solo un lugar de la memoria. Es el símbolo de la resurrección de Cristo y, con ella, de la esperanza que nace incluso en los contextos más difíciles. "Este sepulcro hoy está vacío. Y ese sepulcro vacío grita al mundo: ¡Cristo ha resucitado!", dijo durante su homilía.

La homilía no ignoró el complejo contexto en el que tuvo lugar la celebración. En las últimas semanas, debido al conflicto entre Israel e Irán, el Santo Sepulcro había permanecido cerrado. "Pero hoy estamos aquí", subrayó fray Faltas, "y es como si el mismo Sepulcro nos dijera: Todavía estoy aquí. Mi luz no se ha apagado. La esperanza no ha terminado."
También hizo referencia a la población civil afectada por la guerra. "No podemos decir que Cristo ha resucitado y luego voltear la mirada hacia otro lado", comentó. La reflexión se centró en la "carrera" de la población de Gaza, Cisjordania y las áreas afectadas por el conflicto: "Corren para salvar a sus hijos, para encontrar pan, agua, atención médica, buscando un refugio seguro."
En este contexto dramático, fray Faltas quiso subrayar la presencia de "signos de Evangelio vivo", como las personas que ayudan a los heridos y excavan entre los escombros para salvar vidas. "Son los nuevos ángeles del socorro. Nadie los llamó, nadie los pagó. Pero están ahí", dijo, definiendo sus gestos como "un reflejo potente de la luz del Resucitado."

Fray Faltas destacó la responsabilidad específica de quienes viven en Tierra Santa. "Estamos llamados más que nadie a llevar esta luz. A vivirla. A dar testimonio de ella. No solo a hablar de ella, sino a encarnarla", dijo.
Luego recordó el compromiso de la Custodia franciscana, que lleva más de ochocientos años custodiando el Santo Sepulcro: "Lo custodiamos con la oración, con la escucha, con la compasión por cada persona que cruza este umbral buscando luz."
Finalmente, invitó a los presentes a no buscar a Cristo solo en los símbolos religiosos, sino en "gestos de vida", entre los pobres, los que sufren, los perdonados. "El Resucitado no se encuentra en tumbas decoradas, ni en recuerdos del pasado", afirmó. "Se encuentra en el presente."
La celebración concluyó con un llamado directo a la realidad herida del Medio Oriente. "Nuestra pregunta, en el corazón herido de esta Tierra, suena así: '¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está la paz? ¿Dónde está la verdad?'", concluyó fray Faltas.
Francesco Guaraldi
