De peregrinación a Cafarnaún, «la ciudad de Jesús» | Custodia Terrae Sanctae

De peregrinación a Cafarnaún, «la ciudad de Jesús»

Numerosas personas han participado este sábado 17 de octubre en la peregrinación anual de los franciscanos a Cafarnaún. Algunos autobuses con peregrinos, procedentes de Jerusalén, han aprovechado para acercarse al vecino santuario del Primado de San Pedro en Tabga, los peregrinos han podido mojarse los pies y admirar el lago de Tiberíades bajo el sol.
Los participantes en esta jornada -peregrinos, franciscanos y voluntarios- han sido acogidos por fray Luca Panza, guardián del santuario. Tres frailes viven en este convento para cuidar el santo lugar y acoger a los peregrinos procedentes de todo el mundo. La reciente restauración permite además acoger un mayor número. Los bancos instalados frente al lago ofrecen un marco ideal para rezar, contemplando los mismos paisajes admirados por Cristo y por los apóstoles.
La mayoría de los santuarios franciscanos tiene su fiesta solemne, durante la cual se organiza una peregrinación. No era este el caso de Cafarnaún. Pero, desde hace tres años, un sábado del mes de octubre se consagra a este santuario, para hacer memoria de la presencia, la predicación y los milagros de Jesús, en el mismo lugar donde se realizaron. La peregrinación se desarrolla en tres etapas. La asamblea se acerca primero a la orilla del lago para recordar la venida de Jesús desde Nazaret a Cafarnaún, su invitación a la conversión y la llamada de Pedro, Andrés, Santiago y Juan a seguirlo (Mt 4,12-22). Los fieles han recorrido después, cantando en procesión, las ruinas de la ciudad, hasta la sinagoga donde Cristo pronunció su discurso del pan de vida, imagen de la Eucaristía (Jn 6, 25-59). Después, la misa en árabe se ha celebrado ante la casa de Pedro, donde Jesús curó a la suegra del apóstol y a otros enfermos (Lc 4,38-41).
En su homilía, fray Michel Shawki ha insistido en la importancia de la ciudad de Cafarnaún en el Evangelio. Jesús nació en Belén, creció en Nazaret y murió en Jerusalén, pero en esta ciudad, a orillas del lago de Tiberíades, es donde transcurrió lo esencial de su vida pública. Aquí se han descubierto una iglesia que se remonta al siglo V o VI y una sinagoga de época herodiana. La Custodia adquirió los terrenos a principios del siglo XX y organizó las excavaciones que permitieron el descubrimiento de la casa de Pedro.
Al finalizar la celebración, animada por la coral de la Custodia, el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, que la presidía, ha bendecido los cestos de fruta que se han distribuido después a los fieles. Uvas, mandarinas, melones... han recordado la bondad de Dios a través de los dones de su creación. El almuerzo y el refresco, ofrecidos tras la misa, han sido signo, una vez más, del sentido de acogida y de compartir de los franciscanos.

Hélène Morlet