Cristo es bajado de la Cruz

La celebración del rito fúnebre de Cristo en el Santo Sepulcro

Cada año, la tarde del Viernes Santo, la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén acoge una de las celebraciones más emocionantes de la cristiandad en Tierra Santa: la procesión fúnebre de Cristo. Este rito, que se remonta al siglo XV, recrea la deposición y el entierro de Jesús, tal como se narra en los evangelios, y se lleva a cabo en el mismo lugar donde la tradición sitúa los acontecimientos de la Pasión.

La ceremonia comienza en la capilla de la Aparición, donde los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, ataviados con vestiduras negras bordadas en oro y plata, entonan el salmo 51 “Miserere mei, Deus”, creando una atmósfera de profunda contemplación.  El crucifijo, con una imagen de Cristo clavada, es llevado en procesión hacia el Calvario, acompañado por el silencio y la oración de los fieles.

Al llegar al Gólgota, dos diáconos quitan simbólicamente la corona de espinas y los clavos de las manos y los pies de la imagen. Después, el cuerpo es acomodado sobre un sudario y transportado a la Piedra de la Unción, donde el Custodio de Tierra Santa realiza los ritos funerarios, ungiéndolo con óleos perfumados (los mismos óleos bendecidos el Lunes Santo en Betania), siguiendo el ejemplo de José de Arimatea y Nicodemo.

Este rito, único en su género, representa un momento de profunda espiritualidad y recogimiento, que trae a la mente de los fieles el sacrificio de Cristo y el amor infinito que demostró con su muerte. La celebración concluye con la deposición del cuerpo en el Edículo del Santo Sepulcro, donde se espera el anuncio gozoso de su Resurrección en la noche de Pascua (es decir, la mañana del sábado en Tierra Santa, donde las celebraciones siguen horarios diferentes al resto del mundo debido al Status Quo).

La “procesión fúnebre” del Viernes Santo en Jerusalén no es solo una recreación histórica, sino una experiencia viva de fe que une a cristianos de diferentes confesiones y culturas en la contemplación del misterio de la Cruz, en la contemplación de Aquel que dio su vida y del que esperamos la Resurrección.

Francesco Guaraldi

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